EXAMEN

235. Examen. -Labor diaria. -Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio.

¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?

236. A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo.

237. Examínate: despacio, con valentía. -¿No es cierto que tu mal humor y tu tristeza inmotivados -inmotivados, aparentemente- proceden de tu falta de decisión para romper los lazos sutiles, pero "concretos", que te tendió - arteramente, con paliativos- tu concupiscencia?

238. El examen general parece defensa. -El particular, ataque. -El primero es la armadura. El segundo, espada toledana.

239. Una mirada al pasado. Y... ¿lamentarte? No: que es estéril. -Aprender: que es fecundo.

240. Pide luces. -Insiste: hasta dar con la raíz para aplicarle esa arma de combate que es el examen particular.

241. Con el examen particular has de ir derechamente a adquirir una virtud determinada o a arrancar el defecto que te domina.

242. "Lo que debo a Dios, por cristiano: mi falta de correspondencia, ante esa deuda, me ha hecho llorar de dolor: de dolor de Amor. 'Mea culpa!'" -Bueno es que vayas reconociendo tus deudas: pero no olvides cómo se pagan: con lágrimas... y con obras.

243. "Qui fidelis est in minimo et in maiori fidelis est" -quien es fiel en lo poco también lo es en lo mucho. -Son palabras de San Lucas que te señalan -haz examen- la raíz de tus descaminos.

244. Reacciona. -Oye lo que te dice el Espíritu Santo: "Si inimicus meus maledixisset mihi, sustinuissem utique" -si mi enemigo me ofende, no es extraño, y es más tolerable. Pero, tú... "tu vero homo unanimis, dux meus, et notus meus, qui simul mecum dulces capiebas cibos" -¡tú, mi amigo, mi apóstol, que te asientas a mi mesa y comes conmigo dulces manjares!

245. En días de retiro tu examen debe tener más hondura y más extensión que el tiempo habitual nocturno. -Si no, pierdes una gran ocasión de rectificar.

246. Acaba siempre tu examen con un acto de Amor -dolor de Amor-: por ti, por todos los pecados de los hombres... -Y considera el cuidado paternal de Dios, que te quitó los obstáculos para que no tropezases.