La
distribución en el tiempo
38. El Rosario puede
recitarse entero cada día, y hay quienes así lo hacen de manera laudable.
De ese modo, el Rosario impregna de oración los días de muchos
contemplativos, o sirve de compañía a enfermos
y ancianos que tienen mucho tiempo disponible. Pero es obvio – y eso vale,
con mayor razón, si se añade el nuevo ciclo de los mysteria lucis –
que muchos no podrán recitar más que una parte, según un determinado
orden semanal. Esta distribución semanal da a los días de la semana
un cierto 'color' espiritual, análogamente a lo que hace la Liturgia
con las diversas fases del año litúrgico.
Según
la praxis corriente, el lunes y el jueves están dedicados a los
"misterios gozosos", el martes y el viernes a los
"dolorosos", el miércoles, el sábado y el domingo a
los "gloriosos". ¿Dónde introducir los
"misterios de la luz"? Considerando que los misterios
gloriosos se proponen seguidos el sábado y el domingo, y que el
sábado es tradicionalmente un día de marcado carácter
mariano, parece aconsejable trasladar al sábado la segunda
meditación semanal de los misterios gozosos, en los cuales la
presencia de María es más destacada. Queda así libre el
jueves para la meditación de los misterios de la luz.
No obstante,
esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la
meditación personal y comunitaria, según las exigencias
espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias
litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones. Lo verdaderamente
importante es que el Rosario se comprenda y se experimente cada vez más
como un itinerario contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria
a cuanto se realiza en la Liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo,
día de la resurrección, se convierte en un camino a través
de los misterios de la vida de Cristo, y Él se consolida en la vida
de sus discípulos como Señor del tiempo y de la historia.
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