Diciembre 1. No te
importe perder, hijo mío,
deja que publiquen lo que quieran. Temo el
juicio de Dios y no el de los hombres.
Que lo único que nos asuste sea el pecado,
porque ofende a Dios y nos deshonra.
2. La bondad
divina no sólo no rechaza a las almas arrepentidas,
sino que va también en busca de las contumaces.
3. Cuando
estéis en la abyección, haced como el martín pescador que construye su nido en los mástiles
de las naves; es decir, levantaos de la tierra, elevaos
con el pensamiento y con el corazón hacia Dios,
que es el único que os puede consolar y daros fuerza
para sobrellevar santamente la prueba.
4. Tu reino
no está lejos y tú haces participar de tu triunfo en la tierra para después hacer partícipes de
tu reino en el cielo. Haz que, al no poder dar cabida a la comunicación de tu
amor, prediquemos con el ejemplo y con las obras tu divina realeza. Toma posesión
de nuestros corazones en el tiempo para poseerlos en la eternidad. Que
nunca nos retiremos de debajo de tu cetro,
y ni la vida ni la muerte consigan
separarnos de ti. Que nuestra vida sea una vida sacada
de ti a grandes sorbos de
amor para expandirla sobre la humanidad
y que nos haga morir en cada momento para vivir sólo de ti y derramarte en nuestros corazones.
5. Hagamos el
bien mientras disponemos del tiempo, y daremos gloria a nuestro Padre del cielo, nos
santificaremos a nosotros mismos, y daremos buen ejemplo a los demás.
6. Cuando no
consigas avanzar a grandes pasos por el camino que
conduce a Dios, conténtate con dar pequeños pasos y espera pacientemente a
tener piernas para correr, o mejor alas para volar. Confórmate, hija mía, con
ser por el momento una pequeña abeja en la colmena, que muy pronto llegará
a ser una gran abeja capaz de fabricar la miel.
7.
Humillate
amorosamente delante de Dios y de los hombres porque
Dios habla a quien tiene las orejas bajas. Ama el silencio,
porque en el mucho hablar hay siempre algo de culpa. Manténte en el retiro
cuanto te sea posible, porque en el retiro el Señor habla al alma libremente y
el alma está en mejor situación para escuchar su voz. Reduce tus visitas y
sopórtalas cristianamente cuando te las hagan a ti.
8. Dios se
le sirve únicamente cuando se le sirve como él quiere.
9. En resumen, no
filosoféis sobre vuestros defectos y tampoco repliquéis; continuad
vuestro camino sin rodeos. No. Dios no puede abandonaros
cuando vosotros, por no perderlo, permanecéis
firmes en vuestras decisiones. Que el mundo se destruya, que
todo esté
en tinieblas, en humo, en confusión..., pero Dios está con nosotros. ¿De qué, pues,
vamos a tener miedo? Si Dios habita en las tinieblas y sobre el monte Sinaí,
entre relámpagos y truenos, ¿no debemos estar contentos sabiendo que estamos cerca de él?
10. Agradece y besa
dulcemente la mano de Dios que te pega; es
siempre la mano de un padre que te pega porque te quiere bien.
11. El miedo
es un mal peor que el mismo mal.
12. El dudar
es el mayor insulto a la divinidad.
13.
Es por medio
de las pruebas que Dios une a sí a las almas que ama.
14. Quien se
apega a la tierra queda apegado a ella. Es mejor despegarse poco a poco que hacerlo de golpe.
Pensemos siempre en el cielo.
15. Tener miedo
de perderte entre los brazos de la divina bondad es algo
más extraño que el temor del niño
estrechado entre los brazos de su madre.
16. ¡Animo!, mi
querida hija; tienes que cultivar atentamente ese
corazón bien formado y no ahorrar nada que le pueda ser útil
para su felicidad. Y si es cierto que esto puede y debe hacerse en toda estación, es decir,
en toda edad. La edad que tú tienes es la más apropiada.
17. En sus lecturas, hay
poco que admirar y casi nada que edifique. Os es necesario del todo que, a esas
lecturas, añada la de los libros santos (=Sagrada Escritura),
tan recomendada por todos los santos padres. Y yo, a quien
me apremia tanto su perfección, no puedo eximirle de estas lecturas espirituales.
Conviene (si quiere obtener de tales lecturas tan inesperado fruto) que
deponga sus prejuicios sobre el estilo y
la forma con que se presentan estos libros.
Esfuércese por cumplir esto y encomiéndelo al Señor. En todo esto se oculta un grave engaño y yo no se lo
puedo ocultar.
18. Todas las
fiestas de la Iglesia son bellas... La Pascua, sí, es la glorificación..., pero la Navidad tiene una ternura,
una dulzura infantil, que me conquista por entero el corazón.
19. Tus ternuras
conquistan mi corazón y quedo aprisionado por tu amor, Niño celestial. Deja que al contacto con tu
fuego, mi alma se derrita por amor, y que tu fuego me consuma, me abrase, me convierta en cenizas aquí
a tus pies y permanezca derretido por amor y glorifique tu bondad y tu caridad.
20. Pobreza,
humildad, bajeza, desprecio, rodean al Verbo hecho carne; pero nosotros, en la obscuridad
en la que está envuelto este Verbo hecho carne, comprendemos una cosa, oímos una voz, entrevemos
una sublime verdad. Todo esto lo has hecho por amor, y no nos invitas más que al amor, no nos
hablas más que de amor, no nos das más que pruebas de amor.
21. Madre mía María,
condúceme contigo a la gruta de Belén y concédeme abismarme en
la contemplación de lo que, tan grande y sublime,
va a acontecer en el silencio de esta
grande y bella noche.
22. Jesús Niño
sea la estrella que te guíe a través del desierto de esta vida.
23. La fe también
nos guía a nosotros. Y nosotros, detrás de su luz, seguimos seguros
el camino que nos conduce a Dios, a su patria; como los santos magos, que, guiados por la
estrella, símbolo de la fe, llegaron al lugar deseado.
24. Tu entusiasmo
no sea amargo ni puntilloso, sino libre de todo defecto; que sea dulce, benigno, gracioso,
pacífico y animoso. ¡Ah!, mi buena hija, ¿quién no ve en el querido y pequeño Niño de Belén, a cuya venida nos
estamos preparando, quién no ve, digo, que su amor por las almas no tiene parangón?
El viene a morir para salvar, y es tan humilde, tan dulce, tan amable.
25. Vive alegre
y animosa, al menos en las facultades superiores del alma, en medio de las pruebas en las
que el Señor te pone. Vive alegre y animosa, repito, porque el ángel, que preconiza
el nacimiento de nuestro pequeño Salvador y Señor, anuncia cantando y canta anunciando que él promulga
alegría, paz y felicidad, a los hombres de buena voluntad, para que no haya
nadie que ignore que, para recibir a este Niño, basta ser de buena voluntad.
26. Jesús desde
su nacimiento nos indica nuestra misión, que es la de despreciar lo que el mundo ama y busca.
27. Jesús llama
a los pobres y sencillos pastores por medio de los ángeles para manifestarse a ellos. Llama a los
sabios por medio de su misma ciencia. Y todos, movidos por la fuerza interna de su gracia, corren hacia él
para adorarlo. Nos llama a todos nosotros con divinas inspiraciones y se nos comunica
a nosotros con su gracia. ¿Cuántas veces nos ha invitado amorosamente también a nosotros?
Y nosotros ¿con qué prontitud le hemos correspondido? Dios mío, me ruborizo y me lleno de confusión
al tener que responder a esta pregunta.
28. Los mundanos,
enfrascados en sus negocios, viven en la obscuridad y en el error, y no se preocupan de
conocer las cosas de Dios, ni piensan en su salvación eterna, ni
se cuidan de conocer la venida de aquel Mesías esperado y suspirado por las naciones,
profetizado y anunciado por los profetas.
29. Cuando llegue
nuestra última hora y cesen los latidos de nuestro corazón, todo habrá terminado para
nosotros y también el tiempo de merecer y de desmerecer. Tal como nos encuentre la muerte, nos presentaremos
a Cristo juez. Nuestros gritos de súplica, nuestras lágrimas, nuestros suspiros de
arrepentimiento, que, todavía en la tierra, nos habrían ganado el corazón
de Dios y con la ayuda de los sacramentos nos habrían podido cambiar de pecadores en santos, en ese momento ya no
sirven para nada; el tiempo de la misericordia ha terminado y comienza el tiempo de la justicia.
30. Es difícil
hacerse santos. Difícil pero no imposible. El camino de la perfección es largo,
como es larga la vida de cada uno. El consuelo es el descanso
en el camino; pero, apenas recuperados, hay que levantarse con
solicitud y reemprender la carrera.
31. La palma
de la gloria está reservada para el que combate con valentía hasta el fin. Comencemos, pues, este año,
nuestro santo combate. Dios nos asistirá y nos coronará con un triunfo eterno.
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