Marzo 1. Padre, tú amas aquello que yo temo. - Respuesta: Yo no amo
el sufrimiento por el sufrimiento; lo pido a Dios,
lo deseo por los frutos que me aporta: da gloria a Dios,
me alcanza la salvación de mis hermanos en este destierro,
libra a las almas del fuego del purgatorio, ¿y qué mas quiero yo?
- Padre, ¿qué es el sufrimiento? - Respuesta: Expiación.
- Y para
usted, ¿qué es? - Respuesta: Mi alimento diario,
mi ¡delicia!
2. No queremos persuadirnos de que
nuestra alma necesita el sufrimiento; de que
la cruz debe ser nuestro pan de cada día.
Igual
que el cuerpo necesita alimentarse,
así el alma necesita día tras día de la cruz,
para purificarse y separarse de las criaturas.
No queremos comprender que Dios
no quiere, no puede salvarnos ni santificarnos
sin la cruz, y que cuanto más atrae
a un alma hacia sí, más la purifica por medio de la cruz.
3. En esta tierra cada uno tiene su cruz,
pero debemos actuar de modo que no seamos el mal ladrón
sino el buen ladrón.
4.
El Señor no puede darme un cireneo. Debo hacer sólo
la voluntad de Dios; y si le agrado, lo demás no cuenta.
5. En la vida Jesús no te pide que lleves con él su
pesada cruz, pero sí un pequeño trozo de su cruz, trozo
que se compendia en los dolores de los hombres.
6. En primer lugar
quiero decirte que Jesús
tiene necesidad de quien llore con él por la iniquidad de
los hombres, y por este motivo me lleva
por los caminos del sufrimiento, como
me lo señalas en tu carta. Pero sea siempre
bendito su amor, que sabe mezclar
lo dulce con lo amargo y convertir en
premio eterno las penas pasajeras de la vida.
7. No temas por nada. Al contrario, considérate
muy afortunada por haber sido hecha digna y partícipe de
los dolores del Hombre-Dios. No es abandono,
por tanto, todo esto, sino amor y amor muy especial
que Dios te va demostrando.
No es castigo sino amor y
amor delicadísimo. Bendice por todo
esto al Señor y acepta beber el cáliz de Getsemaní.
8. Comprendo bien, hija mía, que tu Calvario
te resulte cada día más doloroso. Pero piensa que Jesús ha
llevado a cabo la obra de nuestra redención
en el Calvario y que en el Calvario
debe cumplirse la salvación de las almas redimidas.
9. Sé que sufres y que sufres mucho,
pero ¿no son acaso éstas las alhajas del Esposo?
10. El Señor a veces te hace sentir el
peso de la cruz.
Este peso te parece insoportable, y
sin embargo tú lo llevas porque el Señor,
en su amor y en su misericordia, te
tiende la mano y te da la fuerza que necesitas.
11. Ciertas dulzuras interiores son
cosas de niños. No son señal de perfección.
No dulzuras sino sufrimiento
es lo que se precisa. Las arideces, la
desgana, la impotencia, éstos son los signos
de un amor verdadero. El dolor
es agradable. El destierro es bello porque
se sufre y así podemos ofrecer algo
a Dios. La ofrenda de nuestro dolor, de
nuestros sufrimientos, es una gran cosa
que no podemos hacer en el cielo.
12. Preferiría mil cruces e incluso me sería
dulce y ligera toda cruz, si no tuviese
esta prueba de sentirme siempre
en la duda de si agrado o no al Señor
en mis obras. Es doloroso vivir así... Me
resigno, ¡pero la resignación, mi "fiat",
me parece tan frío, tan vacío...! ¡Qué
misterio! Confío en Jesús.
13. Ama a Jesús; amalo mucho; pero precisamente por esto,
ama cada vez más el sacrificio.
14. El
corazón bueno es siempre fuerte;
sufre pero oculta sus lágrimas,
y se consuela sacrificándose por el prójimo
y por Dios.
15. Quien comienza a amar debe estar dispuesto a sufrir.
16. El dolor ha sido amado con deleite
por las almas grandes. Es el auxiliar de la creación después de la
desgracia de la caída; es la palanca más
potente para levantarlo; es el segundo
brazo del amor infinito para nuestra regeneración.
17. No temas las adversidades, porque colocan
al alma a los pies de la cruz y la cruz la coloca a las puertas
del cielo, donde encontrará al que es
el triunfador de la muerte, que la introducirá
en los gozos eternos.
18. Si sufres aceptando con resignación su voluntad,
tú no le ofendes sino que le amas. Y tu corazón
quedará muy confortado si piensas que en
la hora del dolor Jesús mismo sufre en ti y por ti.
El no te abandonó cuando huiste de él; ¿por qué
te va a abandonar ahora que, en el martirio que sufre tu
alma, le das pruebas de amor?
19. Subamos con generosidad al Calvario
por amor de aquél que se inmoló por nuestro amor; y seamos
pacientes, seguros de que volaremos hacia el Tabor.
20. Manténte unida a Dios con fuerza
y con constancia, consagrándole
todos tus afectos, todos tus trabajos y
a ti misma toda entera, esperando con
paciencia el regreso del hermoso sol,
cuando el Esposo quiera visitarte con la
prueba de las arideces, de las desolaciones
y de la noche del espíritu.
21. Sí, yo amo la cruz, la cruz sola; la amo
porque la veo siempre detrás de Jesus.
22. Los verdaderos siervos de Dios han estimado
siempre la
adversidad, como más conforme al camino
que recorrió nuestro Señor, que llevó a
cabo la obra de nuestra salvación por la
cruz y los desprecios.
23. El destino de las almas elegidas
es el sufrir. El sufrimiento soportado
cristianamente es la condición que Dios,
autor de todas las gracias y de
todos los dones que conducen a la salvación,
ha establecido para concedernos la gloria.
24. Ama siempre el sufrimiento, que, además
de ser la obra de la sabiduría divina, nos revela con mayor
claridad aún la obra de su amor.
25. Dejad que la naturaleza se queje
ante el sufrimiento, porque, si excluimos
el pecado, no hay nada más natural.
Vuestra voluntad, con la ayuda
divina, será siempre superior y, si no abandonáis
la oración, el amor divino estará siempre en vuestro espíritu.
26. La vida es un Calvario; pero conviene
subirlo alegremente. Las
cruces son los collares del Esposo y yo
estoy celoso de ellos. Mis sufrimientos son agradables.
Sufro solamente cuando no sufro.
27. El Dios de los cristianos es el Dios
de las transformaciones. Echáis en su seno
el dolor y sacáis la paz; echáis desesperación
y veréis surgir la esperanza.
28. Los angeles sólo nos
tienen envidia
por una cosa: ellos no pueden
sufrir por Dios. Sólo el sufrimiento
nos permite decir con toda seguridad:
Dios mio, mirad cómo os amo.
29. El sufrimiento de los males físicos
y morales es la ofrenda más digna
que puedes hacer a aquel que nos
ha salvado sufriendo.
30. Gozo inmensamente al saber que el Señor
es siempre generoso en sus caricias a tu alma.
Sé que sufres, pero el sufrimiento ¿no es la prueba
cierta de que Dios te ama? Sé que sufres,
pero ¿no es este sufrimiento el distintivo
de toda alma que ha elegido por
su porción y su heredad a Dios, y a un
Dios crucificado? Sé que tu alma está
siempre envuelta en las tinieblas de la
prueba, pero que te baste saber, mi
querida hija, que Jesús está contigo y en ti.
31. Acepta todo dolor e incomprensión
que vienen de lo Alto. Así te perfeccionarás
y te santificarás.
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