Octubre 1. Recorred con sencillez el camino del Señor
y no atormentéis vuestro espíritu.
Odiad, sí, vuestros defectos pero con un odio
tranquilo y no perturbador e inquieto.
Es necesario tener paciencia
con ellos y sacar ventaja de los
mismos por un santo abajamiento. Cuando
falta esta paciencia, mis buenas hijas,
vuestras imperfecciones, en vez de
disminuir, crecen cada vez más, porque
no hay nada que nutra tanto nuestros
defectos como la inquietud y la preocupación
por quererlos alejar.
2. Guardaos de la ansiedad y de las
inquietudes, porque no hay cosa que impida tanto
el caminar hacia la perfección. Pon, hija mía, dulcemente
tu corazón en las llagas de nuestro Señor,
pero no a base de esfuerzos. Ten
gran confianza en su misericordia y en
su bondad. El no te abandonará jamás,
pero no dejes por eso de abrazar estrechamente
su santa cruz.
3. No te inquietes cuando no puedes meditar,
no puedes comulgar o
no puedes llegar a todas las prácticas de devoción.
En esta situación, busca suplirlas de otro modo,
manteniéndote unida a nuestro Señor con una voluntad
amorosa, con las oraciones jaculatorias,
con las comuniones espirituales.
4. Caminamos, pues, siempre, incluso cuando nuestro paso
es lento; pues si nuestro afecto es bien intencionado
y decidido, no podemos sino caminar bien. No, mis querídisimas
hijas, no es necesario para el ejercicio de
la virtud estar atentas siempre y en cada
momento a todas las virtudes; esto, en
verdad, embrollaría y enredaría demasiado
vuestros pensamientos y afectos.
5. Expulsa de una vez por todas la perplejidad
y las ansiedades y goza en paz de las dulcísimas penas del Amado.
6. Tu predicación sea la inmolación
continua de ti misma, el ser en
todas partes como una delicada aparición y como
la sonrisa de Dios.
7. Siento que se me rompe el corazón
en el pecho al conocer tus sufrimientos,
y no sé qué haría para que te consueles. Pero, ¿por
qué inquietarte tanto? ¿Por qué te turbas? ¡Fuera tanta
inquietud, hija mía! Jamás te he visto tan
regalada de tantas joyas por parte de Jesús
como ahora. Jamás te he visto tan querida
de Jesús como en este momento. Por tanto, ¿qué motivo
tienes para temer, temblar y asustarte? Tu temor
y temblor se parecen
al de un niño que está en los brazos de su mamá.
Por lo mismo, tu temor es tonto e inútil.
8. No tengo nada concreto que reprobar en ti,
fuera de esa inquietud
un tanto amarga que se da en ti y
que no te deja gustar toda la dulzura de la cruz.
Corrígete de esto y continúa haciendo
lo que has hecho hasta ahora, porque vas bien.
9. Te ruego además que no te angusties
por lo que voy sufriendo y sufriré; porque
el sufrimiento, por muy grande que sea,
comparado con el bien que nos espera,
resulta agradable para el alma.
10. Mantén tu espíritu tranquilo y confíate
por completo a Jesús cada vez más. Esfuérzate por
identificarte siempre y en todo con la divina
voluntad, tanto en las cosas favorables
como en las adversas, y no te preocupes
por el mañana.
11. No temas por tu espíritu: son bromas, predilecciones
y pruebas del Esposo celestial, que quiere asemejarte a él.
Jesús mira las disposiciones y los buenos deseos
de tu alma, que son óptimos; y los acepta y premia;
y no mira tu imposibilidad e incapacidad. Por tanto,
manténte tranquila.
12. No te fatigues en cosas que producen inquietud,
perturbaciones y afanes. Sólo una cosa es necesaria: elevar
el espíritu y amar a Dios.
13. Te afanas, mi buena hija, por
buscar al sumo Bien. Está en
verdad dentro de ti y te tiene tendida
sobre la desnuda cruz, alentando fuerza
para que soportes ese martirio insostenible
y amor para que ames amargamente al Amor.
Por lo mismo, el temor a haberlo perdido
y a haberle disgustado
sin darte cuenta no tiene fundamento
alguno, porque él está tan cercano y
unido a ti. Tampoco tiene sentido el
agobio por el porvenir, ya que la situación
actual es una crucifixión de amor.
14. Pobres y desgraciadas las almas
que se arrojan en el torbellino
de las preocupaciones mundanas. Cuanto
más aman el mundo más se multiplican sus pasiones,
más se encienden sus deseos, más incapaces se sienten para
sus proyectos; y de ahí las inquietudes,
las impaciencias, los choques terribles
que despedazan sus corazones, que no
palpitan de caridad y de santo amor.
Roguemos por estas almas desgraciadas,
miserables. Que Jesús les perdone y las
atraiga hacia sí con su infinita misericordia.
15. No se debe actuar con maneras
violentas si no se quiere correr
el riesgo de no conseguir nada. Es necesario
revestirse de gran prudencia cristiana.
16. Hijas, acordaos de que yo soy tan
enemigo de los deseos inútiles como
de los deseos peligrosos y malos;
porque, aunque sea bueno aquello que
se desea, ese deseo es siempre defectuoso
en relación a nosotros, sobre todo
cuando anda mezclado con una preocupación excesiva, ya que Dios no exige
este bien, sino algún otro en el que
quiere que nos ejercitemos.
17. En cuanto a las pruebas espirituales
a las que te va sometiendo
la paternal bondad del Padre del cielo,
te ruego que te resignes y que, en
cuanto te sea posible, estés tranquila,
fiándote de las aseveraciones de quien
ocupa el lugar de Dios, te ama en él y te
desea toda clase de bienes, y te habla en
su nombre. Sufres, es verdad, pero con
resignación; sufres, pero no temas, porque
Dios está contigo y tú no le ofendes
sino que le amas. Sufres, pero cree que Jesús mismo sufre en ti y por ti y contigo.
Jesús no te abandonó cuando
huías de él, mucho menos te abandonará de ahora
en adelante cuando tú quieres amarlo.
18. No te debes confundir al intentar
conocer si has consentido o no.
Tu estudio y tu vigilancia estén orientadas
a la rectitud de intención que debes tener
al actuar y al combatir siempre, con valor
y generosidad, las artes malignas del espíritu
maligno.
19. Manténte siempre con alegría en paz
con tu conciencia, dándote cuenta
de que estás al servicio de un Padre
infinitamente bueno, que, impulsado sólo
por su ternura, desciende hasta su criatura
para elevarla y transformarla en él, su Creador.
Y huye de la tristeza, porque ésta
entra en los corazones que están apegados
a las cosas mundanas.
20. No hay que desanimarse; porque
si existe en el alma el esfuerzo
continuo por mejorar, al fin el Señor la premia,
haciéndola florecer de golpe en
todas las virtudes, como en un jardín florecido.
21. Procura no inquietar tu alma ante
el triste espectáculo de la injusticia
humana, que tiene también un valor
en la economía de las cosas. Sobre esta
injusticia verás un día el triunfo definitivo
de la justicia de Dios.
22. El Sabio alaba a la mujer fuerte:
"Sus dedos,
dice, sostienen el huso" (Prov 31,19).
Con gusto os diré algunas cosas sobre
estas palabras. Vuestra rueca es el
cúmulo de vuestros deseos. Por eso, hilad
todos los días un poco, tirad hilo
a hilo de vuestros proyectos hasta su
ejecución, y sin duda alguna los veréis
cumplidos. Pero estad atentos para no
apresuraros, porque enredaríais el hilo
con nudos y embrollaríais vuestro huso.
Por tanto, caminad siempre; y aunque
vayáis avanzando lentamente, haréis
un gran viaje.
23. La ansiedad es una de las mayores
trampas que la virtud auténtica
y la devoción vigorosa pueden encontrar;
aparenta enfervorizarse en el
bien obrar, pero no lo hace sino para
enfriarse, y no nos hace correr sino para que tropecemos, y
por eso hay que estar alerta en todo
momento, y de modo particular en la
oración; y para conseguirlo mejor, será
bueno acordarse de que las gracias y los
gustos de la oración no son aguas de
esta tierra sino del cielo; y que, por eso,
todos nuestros esfuerzos no bastan para
conseguirlos, y que, si es necesario prepararse
con suma diligencia, ha de ser
siempre con humildad y sosiego: hay que
tener el corazón abierto hacia el cielo
y esperar de allí el rocío celestial.
24. ¿Por qué os tiene que preocupar
el que Jesús os quiera llevar
a la patria celestial por los desiertos
o por los campos, si por los primeros
y por los segundos se llega del mismo
modo a la eterna bienaventuranza?
Alejad de vosotros toda preocupación excesiva que brota de las pruebas con
las que el buen Dios quiere visitaros; y
si esto no es posible, apartad el pensamiento
y vivid resignados en todo al divino querer.
25. Tengamos bien esculpido en nuestra
mente lo que dice el divino Maestro:
en nuestra paciencia poseeremos nuestra alma.
26. No pierdas el ánimo si te toca trabajar
mucho y recoger poco...
Si pensases cuánto le cuesta a Jesús una
sola alma, no te lamentarías por ello.
27. El espíritu de Dios es espíritu de paz,
y hasta en las faltas más graves nos hace experimentar un arrepentimiento tranquilo, humilde, confiado,
que depende precisamente de su misericordia.
El espíritu del maligno, en
cambio, excita, exaspera y nos hace experimentar,
en el arrepentimiento mismo,
una especie de ira contra nosotros
mismos, siendo así que el primer acto
de caridad debemos dirigirlo a nosotros mismos.
Por tanto, si te turban algunos
pensamientos, piensa que esta turbación
no viene nunca de Dios, sino del diablo.
Dios te regala la serenidad porque es
espíritu de paz.
28. Si somos apacibles y pacientes,
nos encontraremos no sólo a
nosotros mismos sino también nuestra
alma y con ella a Dios.
29. La lucha que se lleva a cabo antes
de la obra buena que se pretende realizar,
es como la antífona que
precede al salmo solemne que se va a cantar.
30. El impulso para alcanzar la paz eterna
es bueno y santo, pero es
necesario moderarlo con la completa
resignación al querer divino. Es mejor
cumplir la voluntad de Dios en la tierra
que gozar en el paraíso. "Sufrir y no morir" era el lema de Santa Teresa. Es
dulce el purgatorio cuando se sufre por
amor de Dios.
31. La paciencia es tanto más perfecta
cuanto menos se mezcla con inquietudes
y desasosiegos. Si el buen
Dios quiere prolongar el tiempo de la
prueba, no os lamentéis ni indaguéis el porqué.
Tened siempre presente que los
hijos de Israel tuvieron que caminar
durante cuarenta años por el desierto
antes de poner su pie en la tierra prometida.
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