Primera
Decena
Excelencia
del Santísimo Rosario en su origen y en su nombre
1a
Rosa
9) El Rosario
comprende dos cosas, a saber: la oración mental y la oración vocal.
La oración mental del Santo Rosario es la meditación de los
principales misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su
Santísima Madre. La oración vocal del Rosario consiste en decir
quince decenas de avemarías precedidas por un padrenuestro y terminadas por
un gloria. Se meditan y contemplan las quince virtudes principales
que Jesús y María han practicado en los quince misterios del
Santo Rosario.
En la primera parte,
que consta de cinco decenas, se honran y consideran los cinco misterios gozosos; en la segunda,
los cinco misterios dolorosos; y en la tercera, los cinco misterios gloriosos. De este modo,
el Rosario es un compuesto sagrado de oración mental y vocal para honrar
e imitar los misterios y las virtudes de la vida, muerte, pasión y gloria de Jesucristo
y de María.
2a
Rosa
10)
El Santo Rosario, compuesto en su fondo y substancia de la oración de
Jesucristo y de la salutación angélica -esto es, el padrenuestro
y el avemaría- y la meditación de los misterios de Jesús
y María, es sin duda la primera oración y la devoción
primera de los fieles, que desde los apóstoles y los discípulos
se transmitió de siglo en siglo hasta nosotros.
11)
No obstante, el Santo Rosario, en la forma y método que lo recitamos
al presente, sólo fue inspirado a la Iglesia en 1214 por la Santísima
Virgen, que lo dio a Santo Domingo para convertir a los herejes albigenses
y a los pecadores. Ocurrió en la forma siguiente, según cuenta
el Beato Alano de la Roche en su famoso libro titulado De
Dignitate Psalterii.
Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban
la conversión de los albigenses, entró en un bosque próximo
a Tolosa y pasó en él tres días y tres noches en continua
oración y de penitencia, no cesando de gemir, de llorar y de macerar
su cuerpo con disciplinas para calmar la cólera de Dios; de suerte
que cayó medio muerto. La Santísima Virgen, acompañada de
tres princesas del cielo, se le apareció entonces y le dijo:
"¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido
la Santísima Trinidad para reformar el mundo?" "Oh Señora,
respondió él, Vos lo sabéis mejor que yo, porque después
de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra
salvación." Ella añadió: "Sabe que la
pieza principal de la batería fue la salutación angélica,
que es el fundamento del Nuevo Testamento; y por tanto, si quieres ganar
para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio." El Santo
se levantó muy consolado y, abrasado de celo por el bien de aquellos pueblos,
entró en la Catedral. En el mismo momento, sonaron las campanas por
intervención de los ángeles para reunir a los habitantes, y al
principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta;
la tierra tembló, el sol se nubló, los repetidos truenos
y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes; y aumentó su
terror al ver una imagen de la Santísima Virgen expuesta en lugar preeminente,
levantar los brazos tres veces hacia el cielo, para pedir a Dios venganza
contra ellos si no se convertían y recurrían a la
protección de la Santa Madre de Dios.
El cielo
quería por estos prodigios aumentar la nueva devoción
del Santo Rosario y hacerla más notoria.
La
tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo.
Continuó su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo
la excelencia del Santo Rosario, que los moradores de Tolosa lo aceptaron
casi todos, renunciaron a sus errores, y en poco tiempo se vio un gran cambio
en la vida y las costumbres de la ciudad.
3a
Rosa
12) Este milagroso
establecimiento del Santo Rosario, que guarda cierta semejanza con la manera en que Dios
promulgó su ley sobre el monte Sinaí, manifiesta evidentemente la excelencia
de esta divina práctica. Santo Domingo, inspirado por el Espíritu Santo,
predicó todo el resto de su vida el Santo Rosario con el ejemplo y la palabra,
en las ciudades y en los campos, ante los grandes y los pequeños, ante sabios
e ignorantes, ante católicos y herejes. El Santo Rosario -que rezaba todos los días-
era su preparación para predicar y su acción de gracias de haber predicado.
13)
Un día de San Juan Evangelista en que estaba el Santo en Nuestra
Señora de París rezando el Santo Rosario, como preparación
a la predicación, en una capilla situada tras el altar mayor,
se le apareció la Santísima Virgen y le dijo: "Domingo,
aunque lo que tienes preparado para predicar sea bueno, he aquí, no
obstante, un sermón mucho mejor que yo te traigo." Santo Domingo
recibe de sus manos el libro donde estaba el sermón, lo lee, lo saborea,
lo comprende, da gracias por él a la Santísima Virgen.
Llega la hora del sermón, sube al púlpito y, después de no haber
dicho en alabanza de San Juan Evangelista sino que había merecido
ser custodio de la Reina del Cielo, dice a toda la concurrencia de grandes y
doctores que habían venido a oírle -habituados todos a discursos
floridos- que no les hablará con palabras de sabiduría humana,
sino con la sencillez y la fuerza del Espíritu Santo. Y, efectivamente,
les predicó el Santo Rosario explicándoles palabra por palabra,
como a niños, la salutación angélica, sirviéndose
de comparaciones muy sencillas, que había leído en el papel
que le había dado la Santísima Virgen.
14) He
aquí las mismas palabras del sabio
Cartagena, tomadas por él del libro del Beato
Alano de la Roche titulado De Dignitate
Psalterii: B. Alanus Patrem
sanctum Dominicum sibi haec in revelatione dixisse testatur: "Tu praedicas,
fili, sed uti caveas ne potius laudem humanam quaeras quam animarum fructum,
audi quid mihi Parisiis contigit. Debebam in majori ecclesia beatae Mariae
praedicare, et volebam curiose non jactantiae causa, sed propter astantium
facultatem et dignitatem. Cum igitur more meo per horam fere ante sermonem
in psalterio meo (Rosarium intelligit) quadam in capella post altare majus orarem,
subito factus in raptum, cernebam amicam meam Dei Genitricem afferentem mihi libellum
et dicentem: "Dominice, et si bonum est quod praedicare disposuisti sermonem,
tamen longe meliorem attuli." Laetus librum capio, lego constanter, ut dixit, reperio,
gratias ago, adest hora sermonis, adest parisiensis Universitas tota, dominorumque numerus magnus.
Audiebant quippe et videbant signa magna quae per me Dominus operabatur; itaque ambonem ascendo.
Festum erat sancti Joannis Evangelistae. De eo aliud non dico nisi quod custos singularis esse meruit
Reginae coeli. Deinde auditores sic alloquor: Domini et Magistri praestantissimi,
aures reverentiae vestrae solitae sunt curiosos audire sermones et auscultare. At nunc ego
non in doctis humanae sapientiae verbis, sed in ostensione spiritus et virtutis loquar."
Tunc, ait Carthagena post beatum Alanum, stans Dominicus eis explicavit Salutationem angelicam
comparationibus et similitudinibus familiaribus hoc modo
(1).
15) El Beato Alano de la Roche, como dice
el mismo Cartagena, refiere otras varias apariciones de Nuestro Señor y de la
Santísima
Virgen a Santo Domingo para instarle y animarle a predicar el Santo Rosario, a fin de combatir el pecado y convertir a pecadores y
herejes, dice: Beatus Alanus dicit sibi a beata
Virgine revelatum fuisse Christum Filium suum apparuisse post se sancto
Dominico et ipsi dixisse: "Dominice, gaudeo quod non confidas in tua sapientia,
sed cum humilitate potius affectas salvare animas quam vanis hominibus placere.
Sed multi praedicatores statim volunt contra gravissima peccata instare,
ignorantes quod ante gravem medicinam debet fieri praeparatio,
ne medicina sit inanis et vacua: quapropter prius homines debent induci
ad orationis devotionem et signanter ad psalterium meum angelicum; quoniam,
si omnes coeperint hoc orare, non dubium est quin perseverantibus aderit pietas
divinae clementiae. Praedica ergo psalterium meum (2)."
16) En otro lugar dice
el Beato Alano: Omnes sermocinantes et praedicantes christicolis exordium pro gratia
impetranda a Salutatione angelica faciunt. Hujus rei ratio sumpta est ex revelatione
facta beato Dominico cui beata Virgo dixit: "Dominice, fili, nil mireris
quod concionando minime proficias. Enimvero aras solum a pluvia non irrigatum.
Scitoque, cum Deus renovare decrevit mundum Salutationis angelicae pluviam praemisit;
sicque ipse in melius est reformatus. - Hortare igitur homines in concionibus ad Rosarii
mei recitationem, et magnos animarum fructus colliges." Quod sanctus Dominicus
strenue executus uberes ex suis concionibus animarum fructus
retulit (3).
17) He tenido gusto
en copiar palabra por palabra los pasajes latinos de estos buenos autores
en favor de los predicadores y personas eruditas,
que pudieran poner en duda la maravillosa virtud del Santo Rosario.
Mientras siguiendo a Santo Domingo se predicó la devoción
del Santo Rosario, la piedad y el fervor florecían en las órdenes
religiosas que practicaban esta devoción y en el mundo cristiano; pero
desde que no se hizo tanto aprecio de ese presente venido del cielo,
no se ve más que pecado y desórdenes por todas partes.
4a
Rosa
18)
Como todas las cosas, aun las más santas, en cuanto dependen de la voluntad
de los hombres, están sujetas a cambios, no hay porque sorprenderse
de que la Cofradía del Santo Rosario sólo subsistiese
en su primitivo fervor alrededor de cien años después
de su institución. Luego estuvo casi sumida en el olvido.
Además, la malicia y envidia del demonio han contribuido,
sin duda, a la menor estimación del Santo Rosario, para detener
los torrentes de gracia de Dios que esta devoción atraía al mundo.
En efecto, la justicia divina afligió todos los reinos de Europa
el año 1349 con la peste más horrible que se recuerda, la cual
desde Levante se extendió a Italia, Alemania, Francia, Polonia
y Hungría y desoló casi todos estos territorios,
pues de cien hombres apenas quedaba uno vivo; las poblaciones, las villas,
las aldeas y los monasterios quedaron casi desiertos durante los tres años
que duró la epidemia. Este azote de Dios fue seguido de otros dos:
la herejía de los flagelantes y un desgraciado cisma el año 1376.
19)
Luego que, por la misericordia de Dios, cesaron estas calamidades,
la Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Roche,
célebre doctor y famoso predicador de la Orden de Santo Domingo
del convento de Dinan, en Bretaña, renovar la antigua
Cofradía
del Santo Rosario, para que, ya que esta Cofradía había nacido
en esta provincia, un religioso de la misma tuviese el honor de restablecerla.
Este Beato Padre empezó a trabajar en esta gran obra el año 1460,
después que Nuestro Señor Jesucristo, para determinarle
a predicar el Santo Rosario, le manifestó un día en la Sagrada Hostia,
cuando el Beato celebraba la Santa Misa: "¿Por qué
me crucificas tú de nuevo?" "¿Cómo,
Señor?", le contestó el Beato Alano enteramente sorprendido.
"Son tus pecados los que me crucifican, le respondió Jesucristo,
y preferiría ser crucificado otra vez a ver a mi Padre
ofendido por los pecados que has cometido. Y me crucificas aún,
porque tienes ciencia y cuanto es necesario para predicar el Rosario de
mi Madre y por este medio instruir y desviar muchas almas del pecado;
tú los salvarías, impidiendo grandes males, y, no haciéndolo,
eres culpable de los pecados que ellos cometen." Estos
reproches terribles resolvieron al Beato Alano a predicar incesantemente el Rosario.
20) La
Santísima Virgen le dijo también cierto día, para animarle
aún más a predicar el Santo Rosario: "Fuiste un gran pecador
en tu juventud, pero he obtenido de mi Hijo tu conversión, he rogado
por ti y hubiese deseado, a ser posible, padecer toda clase de
penas para
salvarte, pues los pecadores convertidos son mi gloria, y para hacerte
digno de predicar por todas partes mi Rosario." Santo Domingo,
describiéndole
los grandes frutos que había conseguido
en los pueblos por medio de esta hermosa devoción que les predicaba
continuamente, le dijo: "Vides quomodo profecerim in sermone isto; id etiam facies et tu,
et omnes Mariae amatores, ut sic trahatis omnes populos ad omnem scientiam
virtutum." "Ves el fruto que he
conseguido con la predicación del Santo Rosario; haz lo mismo, tú
y todos los que amáis a María, para de ese modo atraer
todos los pueblos al pieno conocimiento de las virtudes."
Esto es en compendio
lo que la historia nos enseña del establecimiento del Santo Rosario
por Santo Domingo y de su renovación por el Beato Alano de la Roche.
5a
Rosa
21) No hay,
hablando con propiedad, más que una Cofradía del Rosario,
compuesta de 150 avemarías; pero con relación al fervor de
las distintas personas que lo practican hay tres clases, a saber:
el Rosario común u ordinario, el Rosario perpetuo y el Rosario cotidiano.
La Cofradía del Rosario ordinario sólo exige que se rece una vez
por semana, y la del Rosario perpetuo, una vez al año; pero la del Rosario
cotidiano exige rezarlo entero -es decir, las 150 avemarías- diariamente.
Ninguno de estos Rosarios implica obligación bajo pecado, ni aun venial;
porque la promesa de rezarlo es completamente voluntaria y de supererogación;
pero no debe alistarse en la Cofradía quien no tenga voluntad de cumplir
esa promesa, según lo exige la Cofradía, siempre que pueda
sin faltar a las obligaciones de su estado. Así, cuando el rezo del Rosario
coincida con una acción que por nuestro estado es obligatoria,
debe preferirse esta acción al Rosario por santo que sea.
Cuando en la enfermedad no pueda rezarse en todo ni en parte sin exacerbar
el padecimiento, no obliga. Cuando por legítima obediencia,
olvido involuntario o necesidad apremiante no ha podido rezarse, no hay
ningún pecado, ni aun venial; y no deja por eso de participarse
de las gracias y méritos de los otros hermanos y hermanas que lo rezan
en todo el mundo.
Cristianos:
si faltáis a este rezo por pura negligencia, sin ningún motivo formal,
absolutamente hablando tampoco pecáis, pero perdéis
la participación en las oraciones, buenas obras y méritos
de la Cofradía, y, por vuestra infidelidad en cosas pequeñas
y de supererogación, caeréis insensiblemente en la
infidelidad a las cosas grandes y de obligación esencial; porque:
"Qui spernit modica paulatim decidet" (4).
6a
Rosa
22)
Desde que Santo Domingo estableció esta devoción hasta el año
1460, en que el Beato Alano de la Roche la renovó por orden del cielo,
se le llama el salterio de Jesús y de la Santísima Virgen,
porque contiene tantas salutaciones angélicas como salmos contiene el
salterio de David, y los sencillos e ignorantes, que no pueden rezar el salterio
de David, encuentran en el Rosario un fruto igual y aun mayor que el que
se consigue con el rezo de los salmos de David: 1) Porque el salterio evangélico
tiene un fruto más noble, a saber: el Verbo encarnado, mientras que el salterio
de David no hace más que predecirle; 2) Como la verdad sobrepasa a la figura
y el cuerpo a la sombra, del mismo modo el salterio de la Santísima Virgen
sobrepasa al salterio de David, que sólo fue sombra de aquél; 3)
Porque la Santísima Trinidad es la que ha compuesto el salterio de la
Santísima Virgen o Rosario, que se integra de padrenuestros y avemarías.
El sabio Cartagena refiere
al respecto: Sapientissimus Aquensis, libro ejus de Rosacea Corona ad
Imperatorem Maximilianum conscripto, dicit: "Salutandae Mariae ritus
novitiis inventis haud quaquam adscribitur. Si quidem cum ipsa pene
ecclesia pullulavit; nam cum inter ipsa nascentis ecclesiae primordia,
perfectiores quoque fideles tribus illis Davidicorum psalmorum quinquagenis,
divinas laudes assidue celebrarent, ad rudiores quoque qui modo
arctius divinis vacabant piis moris aemulatio est derivata... rati id quod erat,
cuncta illorum sacramenta psalmorum in coelesti hoc elogio delitescere, si quidem
eum quem psalmi venturum concinunt, hunc jam adesse, haec formula nuntiavit;
sicque trinas salutationum quinquagenas "Mariae Psalterium"
appellare coeperunt, oratione utique dominica in singulas decades ubique
praeposita prout a psalmidicis observari ante adverterunt
(5)."
23) El salterio
o Rosario de la Santísima Virgen está dividido en tres
Rosarios
de cinco decenas cada uno: 1) Para honrar a las tres personas de la
Santísima Trinidad; 2) Para honrar la vida, muerte y gloria de Jesucristo;
3) Para imitar a la Iglesia Triunfante, ayudar a la militante y aliviar
a la padeciente; 4) Para imitar las tres partes de los salmos, cuya primera parte
es para la vía purgativa, la segunda para la vía iluminativa
y la tercera para la unitiva; 5) Para colmarnos de gracia durante la vida,
de paz en la muerte y de gloria en la eternidad.
7a
Rosa
24)
Desde que el Beato Alano de la Roche renovó esta devoción,
la voz pública, que es la voz de Dios, le ha dado el nombre de Rosario,
que significa corona de rosas. Es decir, que cuantas veces se reza como es debido
el Rosario se coloca sobre la cabeza de Jesús y de María una corona
compuesta de 153 rosas blancas y 16 rosas encarnadas del paraíso
que jamás perderán su hermosura ni su brillo. La Santísima
Virgen aprobó y confirmó este nombre de Rosario, revelando a varios
que le presentaban tantas rosas agradables cuantas avemarías rezaban
en su honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.
25)
El Hermano Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús,
rezaba el Rosario con tanto ardor, que veía con frecuencia a cada
padrenuestro salir de su boca una rosa encarnada, y a cada avemaría,
una blanca, igual en hermosura y buen aroma y solamente distinta en el color.
Las
crónicas de San Francisco cuentan que un joven religioso tenía
la buena costumbre de rezar todos los días antes de la comida la corona
de la Santísima Virgen. Un día, no se sabe por qué, faltó
a ella, y estando servida la cena rogó a su superior que le permitiese
rezarla antes de ir a la mesa. Con este permiso se retiró
a su habitación; pero como tardaba mucho, el superior envió
un religioso a llamarle.
Éste
le encontró iluminado con celestes resplandores y a la Santísima
Virgen con dos ángeles cerca de él. Cada vez que decía
un avemaría, una rosa salía de su boca, y los ángeles
cogían las rosas una tras otra y las colocaban sobre la cabeza
de la Santísima Virgen, que les testimoniaba su consentimiento. Otros
dos religiosos, enviados para saber la causa del retraso de sus
compañeros, vieron este misterio, y no desapareció la
Santísima Virgen hasta que terminó el rezo de la corona.
El Rosario es,
pues, una gran corona, y el de cinco decenas, una guirnalda de flores
o coronilla de rosas celestes que se coloca sobre las cabezas de Jesús
y María. La rosa es la reina de las flores, y del mismo modo el Rosario
es la rosa y la primera de las devociones.
8a
Rosa
26) No es posible
expresar cuánto estima la Santísima Virgen el Rosario sobre todas
las devociones y cuán magnánima es al recompensar
a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuán
terrible es, por el contrario, con aquellos que quieren hacerle oposición.
Santo Domingo
en nada puso durante su vida tanto entusiasmo como en alabar a la Santísima
Virgen, predicar sus grandezas y animar a todos a honrarla por medio del Rosario.
Esta poderosa Reina del Cielo, a su vez, no cesó de derramar sobre Santo
Domingo bendiciones a manos llenas; coronó sus trabajos con mil prodigios
y milagros, nada pidió éste a Dios que no obtuviera por
intercesión de la Santísima Virgen, y -para colmo de favores- Ella
le sacó victorioso de la herejía de los albigenses y le hizo
padre y patriarca de una gran Orden.
27) ¿Qué
diría yo del Beato Alano de la Roche, reparador de esta devoción?
La
Santísima Virgen le honró varias veces con su visita para instruirle
sobre los medios de conseguir su salvación, hacerse buen sacerdote,
perfecto religioso e imitador de Jesucristo.
Durante las tentaciones
y persecuciones horribles de los demonios, que le reducían a una extremada
tristeza y casi a la desesperación, le consolaba y disipaba con su dulce
presencia todas estas nubes y tinieblas. Ella le ensenó el modo de rezar el Rosario,
sus excelencias y sus frutos, le favoreció con la gloriosa calidad de nuevo esposo y,
como arras de sus castos amores, le puso un anillo en el dedo, un collar hecho
con su pelo al cuello, y le dio un Rosario. El Abad Tritemio,
el docto Cartagena, y el sabio Martín Navarro y otros hablan de él con elogio.
Después
de haber atraido a la Cofradía del Rosario más de cien mil
almas, murió en Zunolle, Flandes, el 8 de septiembre del año 1475.
28)
Envidioso el demonio de los grandes frutos que el Beato Tomás de San Juan,
célebre predicador del Santo Rosario, conseguía con esta
práctica, le redujo por medio de duros tratos a estado de una larga y penosa
enfermedad, en la que fue desahuciado por los médicos. Una noche
en que él se creía infaliblemente a punto de morir
se le apareció el demonio en espantosa figura; pero, elevando él
devotamente los ojos y el corazón hacia una imagen de la Santísima
Virgen que había cerca de su cama, gritó con todas sus fuerzas:
"¡Ayudadme, socorredme, dulcísima Madre mía!" Apenas
hubo acabado estas palabras, la imagen le tendió la mano y le apretó
el brazo, diciéndole: "No temas Tomás, hijo mío,
yo te auxilio: levántate y continúa predicando la devoción de mi
Rosario como habías empezado. Yo te defenderé contra todos
tus enemigos." A estas palabras de la Santísima Virgen,
huyó el demonio. Se levantó el enfermo en
perfecta salud, dió gracias a su buena Madre con un
torrente de lágrimas, y continuó predicando el Rosario
con éxito maravilloso.
29) La Santísima
Virgen no favorece solamente a los predicadores del
Rosario, también
recompensa gloriosamente a aquellos que, por su ejemplo, atraen a
otros
a esta devoción.
A
Alfonso, rey de León y Galicia, que deseaba que todos sus criados honrasen
a la Santísima Virgen con el Santo Rosario, se le ocurrió,
para animarles con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran Rosario,
aunque sin rezarlo, lo que bastó a obligar a todos sus cortesanos a que
lo rezaran devotamente.
El rey
cayó gravemente enfermo y cuando le creían muerto fue
transportado en espíritu al tribunal de Jesucristo, vio allí
a los demonios, que le acusaban de todos los crímenes que había
cometido, y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó
a su favor la Santísima Virgen delante de su divino Hijo; se trajo entonces
una balanza, se colocaron todos los pecados del rey en un platillo,
y la Santísima Virgen colocó en el otro el gran Rosario
que él había llevado en su honor, juntamente con los que,
gracias a su ejemplo, habían rezado otras personas, y esto pesaba
más que todos sus pecados. Y después, mirándole
con ojos compasivos, le dijo: "He obtenido de mi Hijo, como recompensa
del pequeño servicio que me hiciste llevando el Rosario,
la prolongación de tu vida por algunos años. Empléalos
bien y haz penitencia." El rey, vuelto en sí de este éxtasis,
exclamó: "¡Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen,
por el que fui librado de la condenación eterna!" Después
que recobró la salud pasó el resto de su vida con gran
devoción al Santo Rosario y lo rezó todos los días.
Que los devotos
de la Santísima Virgen procuren ganar cuantos fieles puedan para
la Cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos y de este rey;
conseguirán en la tierra la protección de Nuestra Señora
y luego la vida eterna. "Qui elucidant me vitam aeternam
habebunt" (6).
9a
Rosa
30)
Pero veamos ahora qué injusticia es impedir los progresos
de la Cofradía del Santo Rosario y cuáles son los castigos
de Dios para los desgraciados que la han despreciado y quisieron destruirla.
Como la
devoción del Santo Rosario ha sido autorizada por el cielo
con varios prodigios y aprobada por la Iglesia en varias bulas de los Papas,
sólo los libertinos, impíos y espíritus fuertes
de estos tiempos se atreven a difamar la Cofradía del Santo Rosario
o alejar de ella a los fieles. En verdad que sus lenguas están infectadas
con el veneno del infierno y que son movidas por el espíritu maligno;
porque nadie puede desaprobar la devoción del
Santo Rosario
sin condenar lo más piadoso que hay en la Religión Cristiana,
a saber: la oración dominical, la salutación angélica
y los misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima
Madre.
Estos
espíritus fuertes, que no pueden sufrir que se rece el Rosario,
caen con frecuencia en el criterio, reprobado, de los herejes,
que tienen horror al Rosario.
Aborrecer las
cofradías es alejarse de Dios y de la piedad, puesto que Jesucristo
nos asegura que se encuentra en medio de los que se reúnen en su nombre.
No es ser buen católico despreciar tantas y tan grandes indulgencias
como la Iglesia concede a las cofradías. Disuadir a los fieles
de que pertenezcan a la del Santo Rosario es ser enemigo de la salvación
de las almas, que por este medio dejan el partido del pecado para abrazar
la piedad. San Buenaventura dijo con razón que morirá en pecado y se condenará quien haya despreciado
a la Santísima Virgen: "Qui negligerit illam morietur in peccatis
suis." ¡Qué castigos aguardan a los que apartan a otros
de la devoción a Nuestra Señora!
10a
Rosa
31)
En ocasión en que Santo Domingo predicaba esta devoción
en Carcasona, un hereje se dedicó a poner en ridículo los milagros
y los quince misterios del Santo Rosario, lo que impedía
la conversión de los herejes. Dios permitió, para
castigar a este impío, que 15.000 demonios entrasen en su cuerpo;
sus parientes le llevaron al bienaventurado Padre (Santo Domingo) para librarle
de los espíritus malignos. Aquél se puso en oración y exhortó
a todos los presentes a rezar con él el Rosario en alta voz, y he aquí
que a cada avemaría la Santísima Virgen hacía salir cien
demonios del cuerpo de este hereje en forma de carbones encendidos.
Después que fue curado, abjuró de todos sus errores,
se convirtió y se inscribió en la Cofradía del Rosario,
con otros muchos compañeros arrepentidos con este castigo y con la virtud
del Rosario.
32) El
docto Cartagena, de la Orden de San Francisco, y otros varios autores
refieren que el año 1482, cuando el venerable Padre Diego Sprenger
y sus religiosos trabajaban con gran celo para restablecer la
devoción y la Cofradía del Santo Rosario en la ciudad de Colonia,
dos famosos predicadores, envidiosos de los grandes frutos que los primeros
obtenían con esta práctica, trataron de desacreditarla
en sus sermones, y como tenían talento y predicamento grandes,
disuadieron a muchas personas de inscribirse. Uno de estos predicadores,
para mejor conseguir su pernicioso intento, preparó expresamente
un sermón en domingo. Llegó la hora y el predicador
no aparecía: se le esperó, se le buscó y al fin
se le encontró muerto, sin haber sido auxiliado por nadie.
Persuadido el otro predicador de que este accidente era natural,
resolvió suplirle para abolir la Cofradía del Rosario.
El día y hora del sermón llegaron, y Dios castigó
al predicador con una parálisis que le quitó el movimiento
y la palabra. Entonces reconoció su falta y la de su compañero,
recurrió con el corazón a la Santísima Virgen,
prometiéndole predicar por todas partes el Rosario con tanto brío
como lo había combatido y rogándole que le devolviese para esto
la salud y la palabra, lo alcanzó de la Santísima Virgen, y,
encontrándose súbitamente curado, se levantó como otro Saulo,
cambiado de perseguidor en defensor del Santo Rosario. Hizo pública
reparación de su falta y predicó con mucho celo y elocuencia
las excelencias del Santo Rosario.
33) No dudo de
que los espíritus fuertes y críticos de nuestros días,
cuando lean las historias de este librito, las pondrán en duda,
como han hecho siempre, aunque yo no he hecho sino transcribirlas de muy buenos
autores contemporáneos, y en parte de un libro compuesto recientemente
por el R. P. Antonino Thomas, de la Orden de Predicadores, titulado
El Rosal Místico.
Todos
saben que hay tres clases de fe para las diferentes historias.
A las historias de la Sagrada Escritura, les debemos una fe divina; a las
historias profanas que no repugnan a la razón y están escritas
por buenos autores, una fe humana; a las historias piadosas referidas
por buenos autores y en modo alguno contrarias a la razón, a la fe y
a las buenas costumbres, aunque a veces sean extraordinarias, una fe piadosa.
Reconozco que no hay que ser ni muy crédulo ni muy crítico,
y que debemos quedarnos siempre en el medio para encontrar el punto de verdad
y de virtud; pero también sé que así como la caridad
cree fácilmente todo aquello que no es contrario a la fe ni a las buenas
costumbres, "Caritas omnia
credit" (7),
del mismo modo el orgullo conduce a negar casi todas las historias bien
justificadas con el pretexto de que no están en la Sagrada Escritura.
Es
el lazo de Satanás, en que han caído los herejes que niegan
la tradición y donde los críticos de hoy caen insensiblemente,
no creyendo porque no comprenden o cuando no les agrada, sin otra razón
que el orgullo y su propia suficiencia.
(1)
El Beato Alano afirma que Santo Domingo le dijo un día en una
revelación: "Hijo mío, tú predicas, pero,
para que no busques las alabanzas de los hombres antes que la salvación
de las almas, escucha lo que me sucedió en París. Debía
predicar en la magnífica iglesia dedicada a la bienaventurada María y
quería hacerlo de un modo ingenioso, no por orgullo, sino por la influencia
y dignidad del auditorio. Según mi costumbre, oraba recitando mi
salterio (es decir, el Rosario), durante la hora que precedía a mi
sermón, en cierta capilla tras el altar mayor, y tuve un rapto.
Veía a mi amada Señora la Madre de Dios, que trayéndome
un libro me decía: "Domingo, aunque el sermón que has decidido
predicar es bueno, te traigo aquí otro mejor." Muy gozoso,
cogí el libro, lo leí entero y, como María había dicho,
comprendí bien que aquello era lo que convenía predicar.
Le di gracias con todo mi corazón. Llegada la hora del sermón,
tenía delante de mi la Universidad de París en masa y un gran
número de señores. Ellos oían y veían las grandes
señales que por mediación mía les hacía el Señor.
Subo al púlpito. Era la fiesta de San Juan, pero de tal apóstol
me contenté con decir que mereció ser escogido para
custodio
singular de la Reina del cielo; y después digo así a mi auditorio:
Señores y Maestros ilustres, estáis acostumbrados
a escuchar sermones elegantes y sabios; pero yo no quiero dirigiros
las doctas palabras de la sabiduría humana, sino mostraros el Espíritu
de Dios y su virtud." Y entonces -dice Cartagena siguiendo al Beato
Alano- Santo Domingo explicó la salutación angélica por
comparaciones y semejanzas familiares.
(2)
El Beato Alano dice que la Santísima Virgen le reveló
que Jesucristo su Hijo se había aparecido después de Ella
a Santo Domingo y le había dicho: "Domingo, me alegro de ver que
no confías en tu sabiduría, sino que, humildemente, prefieres
salvar a las almas a agradar a los hombres vanos. Muchos predicadores quieren en seguida
tronar contra los pecados más graves, olvidando que antes de dar una medicina penosa,
es necesario que tenga lugar la preparación. Por eso deben antes exhortar
al auditorio al amor a la oración, especialmente a mi angélico salterio;
porque si todos empiezan a rezarlo no es dudoso que la divina clemencia estará propicia
para los que perseveren. Predica, pues, mi Rosario."
(3)
Todos los
predicadores hacen decir a los cristianos la salutación angélica,
al principio de sus sermones, para obtener la gracia divina. La razón
de ello se encuentra en una revelación hecha a Santo Domingo
por la bienaventurada Virgen. "Domingo, hijo -le dijo-, no te sorprendas
de que no tengan éxito tus predicaciones, porque trabajas en una tierra
que no ha sido regada por la lluvia. Sabe que, cuando Dios quiso renovar el mundo,
envió de antemano la lluvia de la salutación angélica,
y así es como se reformó el mundo. Exhorta, pues,
en tus sermones a rezar el Rosario, y recogerás grandes frutos para
las almas." Y habiéndolo hecho así Santo Domingo
con constancia obtuvieron sus predicaciones notable éxito.
(4)
Si 19,1.
(5)
El sapientísimo de Aix-la-Chapelle -J. Bessel-, en su libro
La Corona
de Rosas, dedicado al emperador Maximiliano, dice: "No puede afirmarse
que la salutación mariana sea una invención reciente. Se extendió
con la Iglesia misma. Efectivamente, desde los orígenes de la Iglesia, los fieles
más instruidos celebraban las alabanzas divinas con la triple cincuentena
de salmos davídicos. Entre los más humildes, que encontraban serias
dificultades en el rezo del oficio divino, surgió una santa
emulación... Pensaron, y con razón, que en el celestial
elogio -el Rosario- se incluyen todos los secretos divinos de los salmos.
Sobre todo porque los salmos cantaban al que debía venir, mientras
que esta fórmula se dirige al que ha venido ya. Por eso comenzaron
a llamar "Salterio de María" a las tres series de cincuenta oraciones, anteponiendo
a cada decena la oración dominical, como habían
visto hacer a quienes recitaban los salmos."
(6)
Si 24,31.
(7)
1 Cor 13,7.
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