El Santo Rosario
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Tercera Decena

Excelencia del Santo Rosario en la meditación
de la vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo

21a Rosa

Los quince misterios del Rosario.

60) Misterio es una cosa sagrada y difícil de comprender. Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, porque es Dios y hombre al mismo tiempo. Las de la Santísima Virgen son muy santas, porque es la más perfecta de las puras criaturas. Se llaman, con razón, las obras de Jesucristo y de su Santa Madre, misterios, porque están repletas de maravillas, de perfecciones e instrucciones profundas y sublimes, que el Espíritu Santo descubre a los humildes y a las almas sencillas que les honran.
También pueden llamarse las obras de Jesús y María flores admirables, cuyo olor y hermosura sólo conocen quienes se acercan a ellas, las olfatean y las abren por medio de una atenta y seria meditación.

61) Santo Domingo dividió la vida de Jesucristo y la de la Santísima Virgen en quince misterios que nos representan sus virtudes y principales acciones, como quince cuadros cuyos trazos deben servirnos de regla y ejemplo para la dirección de nuestra vida. Son quince antorchas para guiarnos en este mundo, quince espejos ardientes para conocer a Jesús y María, para conocernos a nosotros mismos y para encender el fuego de su amor en nuestros corazones, quince hogueras para consumirnos completamente con su celestes llamas.
La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de orar y le ordenó predicarlo para despertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor de Jesucristo en sus corazones. También lo enseñó al Beato Alano de la Roche. "Es una oración muy útil -le dijo-, es un obsequio que me agrada mucho, el rezo de ciento cincuenta salutaciones angélicas. Y lo es aún más, y harán aún mucho mejor, quienes recen las salutaciones meditando la vida, pasión y gloria de Jesucristo, porque esta meditación es el alma de tales oraciones." En efecto, el Rosario, sin meditar los misterios de nuestra salvación, sería casi como un cuerpo sin alma, una excelente materia, sin su forma que es la meditación, que lo distingue de las demás devociones.

62) La primera parte del Rosario se compone de cinco misterios; el primero es el de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen, el segundo el de la Visitación de la Santísima Virgen a Santa Isabel, el tercero es el de la Natividad de Jesucristo, el cuarto el de la Presentación del Niño Jesús en el templo y la purificación de la Santísima Virgen, el quinto el del Encuentro de Jesús en el templo entre los doctores. Se llaman misterios gozosos a causa del gozo que proporcionaron a todo el universo. La Santísima Virgen y los ángeles fueron llenos de júbilo en el dichoso momento de la Encarnación. Santa Isabel y San Juan Bautista se colmaron de alegría con la visita de Jesús y María. El cielo y la tierra celebraron el nacimiento del Salvador. Simeón fue consolado y regocijado cuando recibió a Jesús en sus brazos. Los doctores estaban arrebatados de admiración al oír las respuestas de Jesús; y ¿quién podrá expresar la alegría de María y de José al encontrar a Jesús después de tres días de ausencia?

63) La segunda parte del Rosario se compone también de cinco misterios, que se llaman misterios dolorosos, porque nos representan a Jesucristo abrumado de tristeza, cubierto de llagas, cargado de oprobios, de dolores y de tormentos. El primero de estos misterios es el de la oración de Jesús y su Agonía en el Huerto de los Olivos, el segundo su Flagelación, el tercero su Coronación de espinas, el cuarto el de la Cruz a cuestas y el quinto el de la Crucifixión y muerte sobre el Calvario.

64) La tercera parte del Rosario contiene otros cinco misterios, llamados gloriosos, porque contemplamos en ellos a Jesús y María en el triunfo y en la gloria. El primero es el de la Resurrección de Jesucristo, el segundo su Ascensión, el tercero el de la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, el cuarto la gloriosa Asunción de la Virgen y el quinto su Coronación.
He ahí las quince olorosas flores del rosal místico, sobre las cuales las almas piadosas se detienen como diligentes abejas, para recoger el jugo admirable y producir la miel de una sólida devoción.

22a Rosa

La meditación de los misterios nos conforma a Jesús.

65) El principal cuidado del alma cristiana es caminar hacia la perfección. "Sed fieles imitadores de Dios, como hijos suyos queridísimos que sois", nos dice el gran Apóstol (1). Esta obligación está comprendida en el decreto eterno de nuestra predestinación como el único medio debidamente ordenado para conseguir la gloria eterna. San Gregorio de Nisa dice gráficamente que somos pintores. Nuestra alma es el lienzo sobre el cual debemos aplicar el pincel; las virtudes son los colores que deben prestarle belleza; y el original que debemos copiar es Jesucristo, imagen viva que representa perfectamente al Padre eterno. De modo que, así como un pintor, para hacer un retrato al natural, pone el original ante sus ojos y a cada pincelada vuelve a mirarlo, del mismo modo el cristiano debe tener siempre ante sus ojos la vida y las virtudes de Jesucristo, para no decir, hacer ni pensar nada sino conforme a Él.

66) Para ayudarnos en la obra importante de nuestra predestinación, la Santísima Virgen ordenó a Santo Domingo exponer a los fieles que recen el Rosario los misterios sagrados de la vida de Jesucristo, no solamente para que le adoren y glorifiquen, sino principalmente para que regulen su vida y sus acciones con sus virtudes. Ahora bien, de igual manera que los hijos llegan a imitar a sus padres viéndoles y conversando con ellos y aprenden su lengua oyéndoles hablar, como un aprendiz consigue dominar su arte viendo trabajar a su maestro, así también los fieles cofrades del Rosario, considerando seria y devotamente las virtudes de Jesucristo en los quince misterios de su vida, se hacen semejantes a su Maestro divino, con el auxilio de su gracia y por la intercesión de la Santísima Virgen.

67) Si Moisés ordenó al pueblo hebreo de parte de Dios mismo que jamás olvidase los beneficios de que había sido colmado, con mayor razón el Hijo de Dios puede mandarnos que grabemos en nuestro corazón y tengamos constantemente ante nuestros ojos los misterios de su vida, de su pasión y de su gloria, puesto que son beneficios con que Él nos ha favorecido y con los cuales mostró el exceso de su amor por nuestra salvación. "¡Oh vosotros que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, que sufro por vosotros (2)! Acordaos de mi pobreza y vida errante, del ajenjo y amargor que sufrí por vosotros en mi pasión (3)."
Estas palabras y muchas otras que pudiéramos recordar, nos convencen sobradamente de la obligación en que estamos de no contentarnos con rezar vocalmente el Rosario en honor de Jesucristo y de la Santísima Virgen, sino ir meditando al mismo tiempo sus misterios sagrados.

23a Rosa

El Rosario, memorial de la vida y muerte de Jesús.

68) Jesucristo, el divino esposo de nuestras almas, nuestro dulcísimo amigo, desea que recordemos sus beneficios y los estimemos sobre todas las cosas. Tiene gloria accidental, como también la Santísima Virgen y todos los santos del cielo, cuando meditamos con afectuosa devoción los misterios sagrados del Rosario, que son los más visibles efectos de su amor a nosotros y los más ricos presentes que pudo hacernos, pues por ellos gozan de la gloria la Santísima Virgen y todos los santos.
La Beata Ángela de Foligno pidió un día a Nuestro Señor que le indicara con qué ejercicio podía honrarle más. Y apareciéndosele en la Cruz, le dijo: "Hija mía, contempla mis llagas." Aprendió de este amable Salvador que nada le es más agradable que la meditación de sus sufrimientos. Después le descubrió las heridas de su cabeza y varias circunstancias de sus tormentos y le dijo: "He sufrido todo esto por tu salvación, ¿qué podrías hacer que iguale mi amor por ti?"

69) El Santo Sacrificio de la Misa honra infinitamente a la Santísima Trinidad, porque representa la pasión de Jesucristo y por medio de ella ofrecemos los méritos de su obediencia, de sus sufrimientos y de su sangre. Toda la corte celestial recibe con la Santa Misa gloria accidental, y varios doctores, con Santo Tomás, nos dicen, por la misma razón, que el cielo se alegra de la Comunión de los fieles, porque el Santísimo Sacramento es un memorial de la pasión y muerte de Jesucristo, y por él participan los hombres de estos frutos y adelantan en el negocio de su salvación.
Ahora bien, el Rosario -rezado con la meditación de los misterios sagrados- es un sacrificio de alabanzas a Dios por el beneficio de nuestra Redención y un devoto recuerdo de los sufrimientos, muerte y gloria de Jesucristo. Es, pues, cierto que el Rosario causa gloria, alegría accidental a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a todos los bienaventurados, porque no desean más, para nuestra dicha eterna que vernos ocupados en un ejercicio tan glorioso para nuestro Salvador y tan saludable para nosotros.

70) Nos asegura el Evangelio que un pecador que se convierte y hace penitencia causa alegría a todos los ángeles. Si es suficiente para alegrar a los ángeles que un pecador deje sus pecados y haga penitencia, ¿qué alegría, qué júbilo será para toda la corte celestial, qué gloria para el mismo Jesucristo, vernos en la tierra meditar devotamente y con amor sus abatimientos, sus tormentos y su muerte cruel e ignominiosa? ¿Hay nada más eficaz para tocarnos y llevarnos a sincera penitencia?
El cristiano que no medita los misterios del Rosario demuestra gran ingratitud hacia Jesucristo y la poca estima que hace de cuanto el divino Salvador ha sufrido por la salvación del mundo. Su conducta parece decir que desconoce la vida de Jesucristo, que pone poco cuidado en aprender lo que ha hecho, lo que ha sufrido para salvarnos. Este cristiano puede temer que, no habiendo conocido a Jesucristo, o habiéndole olvidado, lo rechace el día del juicio con este reproche: "En verdad te digo que no te conozco" (4).
Meditemos, pues, la vida y sufrimientos del Salvador durante el Santo Rosario, aprendamos a conocerle y reconocer sus beneficios para que Él nos reconozca como hijos y amigos suyos en el día del juicio.

24a Rosa

La meditación de los misterios del Rosario es un gran medio de perfección.

71) Los santos hacían objeto principal de su estudio la vida de Jesucristo, meditaban sus virtudes y sufrimientos, y por este medio llegaron a la perfección cristiana. San Bernardo empezó por este ejercicio, que continuó siempre. "Desde el principio de mi conversión -dice- hice un ramo de mirra compuesto con los dolores de mi Salvador, puse este ramo sobre mi corazón pensando en los azotes, las espinas y los clavos de la pasión y aplicaba todo mi ingenio a meditar todos los días estos misterios."
Éste es también el ejercicio de los santos mártires; nos admiran la forma como triunfaron de los más crueles tormentos, ¿de dónde pudiera venir aquella admirable constancia de los mártires, dice San Bernardo, sino de las llagas de Jesucristo, acerca de las cuales hacían ellos frecuente meditación? ¿Dónde estaba el alma de estos generosos atletas cuando su sangre corría y su cuerpo era triturado por los suplicios? Su alma estaba en las llagas de Jesucristo, y estas llagas los hacían invencibles.

72) La Santísima Madre del Salvador ocupó toda su vida en meditar las virtudes y sufrimientos de su Hijo. Cuando oyó a los ángeles entonar en su nacimiento cánticos de alegría, cuando vio a los pastores adorarlo en el establo, se llenó de admiración y meditaba sobre todas estas maravillas. Comparaba las grandezas del Verbo encarnado con sus profundos abatimientos; la paja y el pesebre, con su trono y con el seno de su Padre; el poder de un Dios, con la debilidad de un niño; su sabiduría, con su sencillez.
La Santísima Virgen dijo un día a Santa Brígida: "Cuando contemplaba la hermosura, la modestia, la sabiduría de mi Hijo, mi alma se sentía transportada de alegría, y cuando consideraba que sus manos y sus pies habían de ser atravesados con clavos, vertía un torrente de lágrimas, partiéndoseme el corazón de dolor."

73) Después de la Ascensión de Jesucristo, la Santísima Virgen dedicó el resto de su vida a visitar los lugares que este divino Salvador había santificado con su presencia y con sus tormentos. Allí meditaba sobre el exceso de su caridad y los rigores de su pasión. Ése era también el ejercicio continuo de María Magdalena durante los treinta años que vivió en la Santa Cueva. En fin, San Jerónimo dice que ésa era la devoción de los primeros fieles. Iban, de todos los países del mundo, a Tierra Santa, para grabar más profundamente en sus corazones el amor y el recuerdo del Salvador de los hombres con la vista de los objetos y lugares por Él consagrados con su nacimiento, sus trabajos, sus sufrimientos y su muerte.

74) Todos los cristianos tienen una sola fe, adoran a un solo Dios, esperan una misma felicidad en el cielo; sólo conocen un mediador, que es Jesucristo; todos deben imitar este modelo divino y para ello considerar los misterios de su vida, sus virtudes y su gloria. Es un error imaginarse que la meditación de las verdades de la fe y de los misterios de la vida de Jesucristo es sólo para los sacerdotes, religiosos y aquellos que se han retirado fuera del mundo. Si los religiosos y eclesiásticos están obligados a meditar acerca de las grandes verdades de nuestra santa religión, para responder dignamente a su vocación, los seglares están igualmente obligados, a causa de los peligros que tienen diariamente de perderse. Deben, pues, armarse con el frecuente recuerdo de la vida, de las virtudes y de los sufrimientos del Salvador, que nos representan los quince misterios del Santo Rosario.

25a Rosa

Riquezas de santificación encerradas en las oraciones y meditaciones del Rosario.

75) Jamás podrá nadie comprender el tesoro admirable de santificación que encierran las oraciones y los misterios del Santo Rosario. Esta meditación de los misterios de la vida y muerte de Nuestro Señor Jesucristo es, para todos los que la practican, manantial de maravillosos frutos. Hoy se quieren cosas que impresionen, que conmuevan, que produzcan en el alma impresiones profundas. Y ¿qué hay en el mundo más conmovedor que la historia maravillosa de nuestro Redentor, desarrollada en quince cuadros que nos recuerdan las grandes escenas de la vida, la muerte y la gloria del Salvador del mundo? ¿Qué oraciones son más excelentes y sublimes que la oración dominical y el Ave del ángel? En ellas se encierran todos nuestros deseos y necesidades.

76) La meditación de los misterios y oraciones del Rosario es la más fácil de las oraciones, porque la diversidad de virtudes y estados de Jesucristo que en ellos se estudian, recrea y fortifica maravillosamente el espíritu e impide las distracciones. Los sabios encuentran en estas fórmulas la doctrina más profunda y los pequeños las instrucciones más familiares.
Es preciso pasar por esta sencilla meditación para elevarse al grado más sublime de contemplación. Tal es la opinión de Santo Tomás de Aquino y el consejo que nos da cuando dice que es necesario ejercitarse de antemano, como en un campo de batalla, en la adquisición de todas las virtudes, de las que son modelos perfectos los misterios del Rosario; porque es ahí -dice el sabio Cajetano- donde adquirimos la unión íntima con Dios, sin la cual la contemplación es sólo una ilusión capaz de seducir a las almas.

77) Si los falsos iluminados de nuestros días -los quietistas- hubieran seguido este consejo, no hubieran tenido tan vergonzosas caídas, ni causado tantos escándalos en cuestiones de devoción. Es una engañosa ilusión del demonio creer que puedan componerse oraciones más sublimes que el Pater y el Ave, abandonando estas divinas oraciones, que son el sostén, la fuerza y la guardia del alma.
Reconozco que no es necesario rezarlas siempre vocalmente, ya que la oración interior en cierto modo es más perfecta que la vocal; pero os aseguro que es muy peligroso, por no decir pernicioso, abandonar voluntariamente el rezo del Rosario bajo el pretexto de una unión más perfecta con Dios. El alma sutilmente orgullosa, engañada por el demonio meridiano, hace todo cuanto puede interiormente para elevarse al grado sublime de las oraciones de los santos, y desprecia y deja por esto sus antiguos rezos, buenos en su sentir para la generalidad de las almas. Se hace sorda a las oraciones y la salutación de un ángel y aun a la oración que un Dios ha hecho, practicado y mandado: "Sic orabitis: Pater noster" (5) oraréis así, y de este modo va cayendo de ilusión en ilusión, de precipicio en precipicio.

78) Créeme, amado cofrade del Rosario, ¿quieres llegar a un alto grado de oración sin afectación y sin caer en las ilusiones del demonio, tan frecuentes en las personas de oración? reza diariamente, si puedes, el Rosario entero, o al menos el de cinco decenas.
¿Has llegado a él por la gracia de Dios? Si quieres conservarte en él y crecer en la humildad, conserva la práctica del Rosario, porque un alma que rece el Rosario todos los días jamás será formalmente herética, ni será engañada por el demonio; es una afirmación que rubricaría con mi sangre.
Si, no obstante, Dios, en su infinita misericordia, te atrae, en medio del Rosario, tan poderosamente como a algunos santos, déjate arrastrar por su atractivo, deja a Dios actuar y orar en ti y recitar el Rosario a su manera, y que esto te baste en aquel día.
Pero si sólo estás en la contemplación activa u oración ordinaria de quietud, de presencia de Dios y de afecto, tendrás menos razón para dejar el Rosario, y, rezándolo, lejos de retroceder en la oración y la virtud, te será maravillosa ayuda y la verdadera escala de Jacob, de quince escalones por los cuales irás de virtud en virtud, de luz en luz, y llegarás fácilmente, sin engaños, hasta la plenitud de la edad de Jesucristo.

26a Rosa

79) Guardaos de imitar la obstinación de aquella devota de Roma de quien tanto hablan las maravillas del Rosario. Era una persona tan devota y tan fervorosa que confundía con su santa vida a los religiosos más austeros de la Iglesia de Dios.
Deseaba consultar a Santo Domingo. Se confesó con él, y le impuso por penitencia rezar solamente un Rosario, y como consejo, rezarlo todos los días. Se excusó diciendo que ella tenía todos sus ejercicios reglados, que llevaba cilicio, que tomaba disciplina varias veces por semana, que hacía tantos ayunos y no sé cuántas penitencias. Santo Domingo le insta reiteradamente a seguir su consejo, pero ella no quiere; se retira del confesionario como escandalizada del proceder de su nuevo director, que quería persuadirla a una devoción que no le agradaba.
He aquí que, estando en oración, y arrebatada en éxtasis, vio su alma obligada a comparecer ante el Supremo Juez. San Miguel alza la balanza, pone sus penitencias y otras oraciones en un platillo, y en el otro sus pecados e imperfecciones; el platillo de las buenas obras no puede contrarrestar al otro; ella, alarmada, pide misericordia; se dirige a la Santísima Virgen, su abogada; Ella deja caer en el platillo de las buenas obras el único Rosario que -por penitencia- ha rezado; y fue tanto su peso que contrarrestó el de los pecados; la Santísima Virgen la reprendió al mismo tiempo por no haber seguido el consejo de su servidor Domingo de rezar el Santo Rosario todos los días. Cuando volvió en sí, fue a arrojarse a los pies de Santo Domingo, le contó lo ocurrido, le pidió perdón por su incredulidad y prometió rezar el Rosario todos los días. Por este medio, llegó a la perfección cristiana, a la gloria eterna.
¡Aprended de aquí, personas de oración, la fuerza, el precio y la importancia de esta devoción del Santo Rosario con la meditación de sus misterios!

80) Nadie más elevado en la oración que Santa Magdalena, que era transportada sobre el santo Monte Pillón por los ángeles siete veces al día, que había estado en la escuela de Jesucristo y de su Santísima Madre; y, sin embargo, cuando pidió a Dios un buen medio para adelantar en su amor y llegar a la más alta perfección, el arcángel San Miguel vino de parte de Dios a decirle que no sabía de otro que considerar, por medio de una cruz, que colocó delante de su cueva, los misterios dolorosos que ella había presenciado.
Que el ejemplo de San Francisco de Sales, el gran director de las almas espirituales de su tiempo, os estimule a pertenecer a tan santa Cofradía, pues, a pesar de ser santo, hizo voto de rezar el Rosario completo todos los días de su vida.
San Carlos Borromeo lo rezaba también todos los días y recomendaba encarecidamente esta devoción a sus sacerdotes, a sus seminaristas y a todo su pueblo.
El Beato Pío V, uno de los Papas más eminentes que gobernaron la Iglesia, rezaba todos los días el Rosario. Santo Tomás de Villanueva, Arzobispo de Valencia, San Ignacio, San Francisco Javier, San Francisco de Borja, Santa Teresa de Jesús, San Felipe Neri y muchos otros grandes hombres, que no cito, han ejercitado esta devoción. Seguid su ejemplo: vuestros directores quedarán descansados, y si los informáis de los frutos que podéis sacar de él, se apresurarán a animaros a ello.

27a Rosa

81) Para animaros aún más a esta devoción de las almas grandes, añado que el Rosario, rezado con la meditación de los misterios: 1) nos eleva gradualmente al perfecto conocimiento de Jesucristo; 2) purifica nuestras almas del pecado; 3) nos permite vencer a todos nuestros enemigos; 4) nos facilita la práctica de las virtudes; 5) nos abrasa en amor de Jesucristo; 6) nos enriquece con gracias y meritos; 7) nos proporciona con qué pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres, y finalmente, nos consigue de Dios toda clase de gracias.

82) El conocimiento de Jesucristo es la ciencia de los cristianos y la ciencia de la salvación; se remonta, dice San Pablo (6), sobre todas las ciencias humanas en precio y en excelencia: 1) por la dignidad de su objeto, que es un Dios hombre en presencia del cual todo el universo no es tan siquiera una gota de rocío o un granito de arena; 2) por su utilidad; las ciencias humanas nos llenan solamente del viento y humo del orgullo; 3) por su necesidad; porque no podemos salvarnos sino tenemos el conocimiento de Jesucristo, y el que ignore todas las demás ciencias se salvará, con tal que esté iluminado con la ciencia de Jesucristo. ¡Dichoso Rosario, que nos proporciona la ciencia y el conocimiento de Jesucristo, haciéndonos meditar su vida, su muerte, su pasión y su gloria!
La reina de Saba, admirando la ciencia de Salomón, exclamaba: "Dichosos tus criados y sirvientes, que están siempre en tu presencia y oyen los oráculos de tu sabiduría" (7); pero más dichosos son los fieles que meditan atentamente la vida, las virtudes, los sufrimientos y la gloria del Salvador, porque adquieren de este modo el perfecto conocimiento en que consiste la vida eterna. "Haec est vita aeterna" (8).

83) La Santísima Virgen reveló al Beato Alano que, tan pronto como Santo Domingo predicó el Rosario, los pecadores empedernidos se convirtieron y lloraron amargamente sus crímenes, los mismos niños hicieron penitencias increíbles y el fervor fue tan grande, por doquiera que se predicó el Rosario, que los pecadores cambiaron de vida y edificaron a todos con sus penitencias y su enmienda de vida.
Si sentís vuestra conciencia cargada con algún pecado, coged el Rosario, rezad una parte en honor de algunos misterios de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y estad persuadidos de que, mientras meditáis y honráis estos misterios, Él, en el cielo, mostrará sus llagas sagradas a su Padre, abogará por vosotros y os obtendrá la contrición y el perdón de vuestros pecados. Él dijo un día al Beato Alano: "Si esos miserables pecadores rezasen frecuentemente mi Rosario, participarían de los méritos de mi pasión, y, yo, como su abogado, calmaría la divina justicia."

84) Esta vida es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que combatir a enemigos de carne y sangre, pero sí a las potencias mismas del infierno. (9). ¿Qué mejores armas podemos tomar para combatirlos que la oración dominical, que nuestro gran Capitán nos ha enseñado; la salutación angélica, que ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y renovado el mundo; la meditación de la vida y de la pasión de Jesucristo, que son pensamientos que debemos tener habitualmente presentes, como manda San Pedro, para defendernos de los mismos enemigos que Él ha vencido y que nos atacan diariamente? "Desde que el demonio -dice el Cardenal Hugo-, fue vencido por la humildad y la pasión de Jesucristo, apenas puede atacar a un alma que medita estos misterios, o, si la ataca, es derrotado vergonzosamente." "Induite vos armaturam Dei" (10).

85) Pertrechaos, pues, con estas armas de Dios, con el Santo Rosario, y quebrantaréis la cabeza del demonio y viviréis tranquilos contra todas sus tentaciones. De ahí resulta que aun el Rosario material es tan terrible al diablo, que los santos se han servido de él para encadenarle y arrojarle del cuerpo de los posesos, según atestiguan varias historias.

86) Cierto hombre -refiere el Beato Alano- había ensayado inútilmente toda suerte de devociones para librarse del espíritu maligno, que había tomado posesión de él. Resolvió ponerse al cuello el Rosario. Y con esto se alivió. Pero cuando se lo quitaba era atrozmente atormentado por el demonio, por lo cual resolvió llevarlo noche y día, y así logró alejar para siempre al demonio, que no podía soportar tan terrible cadena. El Beato Alano asegura que libró a un gran número de posesos poniéndoles un Rosario al cuello.

87) Al Padre Juan Amat, de la Orden de Santo Domingo, predicando la cuaresma en un lugar del reino de Aragón, le trajeron una joven posesa, y después de haberla exorcizado varias veces inútilmente, le puso al cuello su Rosario, ella comenzó a dar gritos espantosos, diciendo: "¡Quitadme, quitadme estos granos que me atormentan!" Por fin, el Padre, compadecido de ella, le quitó el Rosario del cuello.
La noche siguiente, cuando este Padre estaba descansando en su lecho, los mismos demonios que poseían a la joven vinieron a él furiosos para apoderarse de su persona, pero con su Rosario, que tenía fuertemente cogido en la mano, a pesar de los esfuerzos que hicieron para quitárselo, los golpeó y arrojó, diciendo: "¡Santa María, Virgen del Rosario, amparadme!"
Cuando a la mañana siguiente iba a la igiesia, encontró a la desgraciada joven aún posesa; uno de los demonios que estaban en ella empezó a decir, burlandose del Padre: "¡Ah hermano! ¡Si no hubieras tenido tu Rosario, ya te habríamos arreglado!" Entonces el Padre arrojó de nuevo su Rosario al cuello de la joven diciendo: "Por los sacratísimos nombres de Jesús y María, su santa Madre, y por la virtud del Santísimo Rosario, os mando, espíritus malignos, salir de este cuerpo inmediatamente"; en el acto tuvieron que obedecer y quedó libre la joven. Estas historias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosario para vencer toda clase de tentaciones de los demonios y toda clase de pecados, porque las cuentas benditas del Rosario los ponen en fuga.

28a Rosa

88) San Agustín asegura que no hay ejercicio tan virtuoso y útil para la salvación como pensar con frecuencia en los sufrimientos de Nuestro Señor. San Alberto Magno, maestro de Santo Tomás, supo por revelación que el solo recuerdo o la meditación de la pasión de Jesucristo es más meritorio para el cristiano que ayunar durante un año todos los viernes a pan y agua, o tomar disciplina -aun de sangre- todas las semanas, o rezar todos los días el salterio. ¿Cual no será el mérito del Rosario, que conmemora toda la vida y pasión de Nuestro Señor?
La Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Roche que, después del Santo Sacrificio de la Misa, que es la primera y más viva memoria de la pasión de Jesucristo, no hay devoción más excelente y meritoria que el Rosario, que es como una segunda memoria y representación de la vida y pasión de Jesucristo.

89) El Padre Dorland refiere que la Santísima Virgen dijo un día al venerable Domingo (cartujo), devoto del Santo Rosario, que residía en Tréveris el año 1481:
"Cuantas veces rezan los fieles, en estado de gracia, el Santo Rosario con la meditación de los misterios de la vida y pasión de Jesucristo, obtienen plena y completa remisión de sus pecados."
También dijo la Santísima Virgen al Beato Alano: "Sabe que, aun cuando hay gran cantidad de indulgencias concedidas a mi Rosario, yo añadiré muchas más por cada parte de él en favor de aquellos que lo recen sin pecado mortal, de rodillas, devotamente; y a quienes perseveren en la devoción del Santo Rosario, en estas condiciones y meditaciones, les conseguiré, en premio de este servicio, plena remisión de la pena y de la culpa de todos sus pecados al fin de su vida.
Y que no te parezca esto increíble; es fácil para mí, pues que soy la Madre del Rey de los cielos, que me llama llena de gracia, y, como llena de gracia, haré también amplia efusión de ella sobre mis queridos hijos."

90) Santo Domingo estaba tan persuadido de la eficacia y los méritos del Santo Rosario, que no ponía otra penitencia a los que confesaba, como ya hemos visto en la historia de la dama romana a quien puso por penitencia un solo Rosario.
Los confesores deberían también, para seguir el ejemplo de este gran Santo, mandar a los penitentes rezar el Rosario con la reflexión de los misterios sagrados, prefiriendo esa a otras penitencias de menor mérito y que no son tan agradables a Dios, ni tan saludables para avanzar en el camino de la virtud, ni tan eficaces para impedir la caída en el pecado; además de que rezando el Rosario se ganan muchísimas indulgencias que no están concedidas a otras muchas devociones.

91) "Ciertamente -dice el Abad Blosio-, el Rosario, con la meditación de la vida y pasión, resulta muy agradable a Jesucristo y la Santísima Virgen y muy eficaz para obtener lo que se desea. Podemos rezarlo tanto por nosotros como por aquellos que nos fueron encomendados y por toda la Iglesia. Recurramos, pues, a la devoción del Santo Rosario en todas nuestras necesidades, y obtendremos infaliblemente lo que pidamos a Dios para nuestra salvación."

29a Rosa

92) No hay nada más divino, en opinión de San Dionisio, nada más noble, ni más agradable a Dios que cooperar a la salvación de las almas y derribar las máquinas del demonio que intenta perderlas; éste fue el motivo por el cual descendió el Hijo de Dios a la tierra. Derrocó, en efecto, el imperio de Satanás con la fundación de la Iglesia, pero este tirano rehizo en parte sus fuerzas, y en los siglos XI, XII y XIII ejercía cruel violencia sobre las almas con la herejía de los albigenses, por los odios, disenciones y vicios abominables que hacía reinar en el mundo.
¿Cuál sería el remedio para tan graves males? ¿Cómo derribar las fuerzas de Satanás? La Santísima Virgen, protectora de la Iglesia, dio como medio eficaz para apaciguar la cólera de su Hijo, para extirpar la herejía y reformar las costumbres de los cristianos, la Cofradía del Santo Rosario. Los hechos lo comprobaron: se reavivó la caridad, se volvió a la frecuencia de los sacramentos como en los primeros siglos de oro de la Iglesia y se reformaron las costumbres de los cristianos.

93) El Papa León X dice en su bula que esta Cofradía fue fundada en honor de Dios y de la Santísima Virgen, como un muro para contener las desgracias que iban a caer sobre la Iglesia.
Gregorio XIII dice que el Rosario fue dado del cielo como medio para apaciguar la cólera de Dios e implorar la intercesión de la Santísima Virgen.
Julio III dice que el Rosario fue inspirado para abrirnos más fácilmente el cielo, a través de la ayuda de la Santísima Virgen.
Pablo III y el Beato Pío V declaran que el Rosario fue establecido y dado a los fieles para procurarles más eficazmente el descanso y el consuelo espirituales. ¿Quién despreciará el ingreso en una cofradía instituida con tan nobles fines?

94) El Padre Domingo, cartujo, muy devoto del Santo Rosario, vio un día el cielo abierto y a toda la corte celestial ordenada admirablemente. Oyó cantar el Rosario con arrebatadora melodía, honrando en cada decena un misterio de la vida, de la pasión o de la gloria de Jesucristo y de la Santísima Virgen. Y advirtió que, cuando pronunciaban el nombre sagrado de María, hacían una inclinación de cabeza, y al de Jesús, hacían todos una genuflexión, y daban gracias a Dios por los grandes beneficios concedidos al cielo y a la tierra mediante el Santo Rosario. Vio igualmente a la Santísima Virgen y a los santos que presentaban a Dios los Rosarios que los cofrades recitaban en la tierra y que rogaban por cuantos practicaban esta devoción. Vio también innumerables coronas de bellísimas y olorosas flores preparadas para los que rezan devotamente el Santo Rosario, los cuales, cuantas veces lo rezan, se hacen una corona con la que serán engalanados en el cielo. La visión de este devoto cartujo está en conformidad con la que tuvo el discípulo amado cuando vio una multitud innumerable de ángeles y santos que alababan y bendecían a Jesucristo por cuanto ha hecho y sufrido en el mundo por nuestra salvación; y ¿no es esto lo que hacen los cofrades del Rosario?

95) No hay que figurarse que el Rosario es sólo para las mujeres, los niños y los ignorantes; es también para hombres, y para los más grandes hombres. Tan pronto como Santo Domingo dio cuenta al Papa Inocencio III de la orden que había recibido del cielo para establecer esta Cofradía, el Santo Padre la aprobó, exhortó a Santo Domingo a predicarla y quiso ser asociado a ella. Los mismos cardenales la abrazaron con gran fervor, de suerte que López no dudó en escribir: "Nullus sexus, nulla aetas, nulla condicio ab oratione rosarii subtraxit se."
Así se ven en esta Cofradía toda clase de personas: duques, príncipes, reyes, lo mismo que prelados, cardenales, Soberanos Pontífices. Larga sería su enumeración para este compendio, y si ingresas, querido lector, en esta Cofradía, tendrás parte en su devoción y sus gracias sobre la tierra y en su gloria en el cielo. "Cum quibus consortium vobis erit devotionis, erit et communio dignitatis."

30a Rosa

96) Si los privilegios, las gracias y las indulgencias hacen recomendable a una cofradía, puede afirmarse que la del Rosario es la más recomendable que tiene la Iglesia, puesto que es la más favorecida y enriquecida con indulgencias; y desde su institución apenas hay Papa que no haya abierto los tesoros de la Iglesia para gratificarla. Como el ejemplo persuade mejor que las palabras y los beneficios, los Soberanos Pontífices no han podido expresar mejor la estima en que tenían a esta santa Cofradía que asociándose a ella.
He aquí un pequeño resumen de las indulgencias concedidas a la Cofradía del Santo Rosario, confirmadas de nuevo por nuestro Padre Santo el Papa Inocencio XI el día 31 de julio de 1679, recibida y autorizada su publicación por el Arzobispo de París el 25 de septiembre del mismo año:
1) En el día de ingreso en la Cofradía: indulgencia plenaria.
2) En la hora de la muerte: indulgencia plenaria.
3) Por el rezo de cada una de las tres partes del Rosario: diez años y diez cuarentenas.
4) Por cada vez que pronuncien devotamente los santos nombres de Jesús y María: siete días de indulgencia.
5) A los que devotamente asistan a la procesión del Santo Rosario: siete años y siete cuarentenas.
6) A los que, verdaderamente arrepentidos y confesados, visiten la capilla del Rosario en la iglesia en que esté establecida, los primeros domingos de cada mes y las fiestas de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen: indulgencia plenaria.
7) A los que asistan a la Salve: cien días de indulgencia.
8) A los que devotamente y para dar ejemplo lleven sin reserva el Santo Rosario: cien días de indulgencia.
9) A los cofrades enfermos que, no pudiendo ir a la iglesia y habiendo confesado y comulgado, recen durante el día el Santo Rosario, o al menos una parte: indulgencia plenaria el día señalado para ganarla.
10) Los Sumos Pontífices, por su gran liberalidad hacia los cofrades del Rosario, les han dado la facultad de ganar las indulgencias de las estaciones de Roma visitando cinco altares y rezando ante cada uno de ellos cinco veces el padrenuestro y el avemaría por la prosperidad de la Iglesia. Si sólo hay un altar o dos en la iglesia donde está establecida la Cofradía, rezarán veinticinco veces el padrenuestro y avemaría ante este altar.

97) Gran favor ciertamente para los cofrades del Rosario, pues la visita de las iglesias de las estaciones de Roma lleva aparejados consigo indulgencias plenarias, librar almas del purgatorio y muchas otras grandes remisiones que los cofrades pueden ganar sin trabajo, sin gastos, sin salir de su país; y aun si la Cofradía no está establecida en el lugar que habitan los cofrades, pueden ganar dichas indulgencias visitando cinco altares de otra iglesia cualquiera, según concesión de León X.
He aquí los días en que pueden ganarlas, determinados y fijos para los que habitan fuera de Roma, por decreto de la Sagrada Congregación de Indulgencias, aprobado por nuestro Santo Padre el Papa el 7 de marzo de 1678, que ordenó sea inviolablemente observado:
Todos los domingos de Adviento; los tres días de las cuatro Témporas; la vigilia de Navidad, en las Misas de media noche, de la aurora y del día; las fiestas de San Esteban, San Juan Evangelista, Santos Inocentes, Circuncisión y Reyes; los domingos de Septuagésima, Sexagésima, Quincuagésima, y desde el miércoles de Ceniza todos los días hasta el domingo de Cuasimodo inclusive; los tres días de Rogativas, el día de la Ascensión, la vigilia de Pentecostés y todos los días de la octava y los tres días de las cuatro Témporas de septiembre.
Amados cofrades del Rosario, hay aún muchas más indulgencias. Si queréis verlo, leed el Sumario de las indulgencias concedidas a los cofrades del Rosario. Allí veréis los nombres de los Papas, el año y otros particulares que no es posible consignar en este resumen.

(1) Ef 5,1.

(2) Lam 1,12.

(3) Lam 3,19.

(4) Mt 25,12.

(5) Mt 6,9.

(6) Flp 3,8.

(7) 1 Re 10,8.

(8) Jn 17,3.

(9) Ef 6,12.

(10) Ef 6,11.