Quinta
Decena
De
cómo debe rezarse el Rosario
41a
Rosa
116)
No es la duración, sino el fervor de nuestras oraciones lo que agrada a Dios
y le gana el corazón. Una sola avemaría bien dicha tiene más
mérito que ciento cincuenta mal dichas. Casi todos los católicos rezan
el Rosario, al menos una parte o algunas decenas de avemarías. ¿Por
qué, pues, hay tan pocos que se enmienden de sus pecados y adelanten en
la virtud, sino porque no hacen las oraciones como es debido?
117)
Veamos, pues, el modo de rezar para agradar a Dios y hacernos santos.
En principo,
es preciso que la persona que reza el Santo Rosario se halle en estado de gracia
o al menos resuelta a salir del pecado, pues la teología nos enseña
que las oraciones y buenas obras hechas en pecado mortal son obras muertas
que no pueden ser agradables a Dios ni merecer la vida eterna. En este sentido
está escrito: "Non est speciosa laus
in ore peccatoris" (1).
Ni la alabanza, ni la
salutación angélica, ni aun la oración enseñada por
Jesucristo son agradables a Dios cuando salen de la boca de un pecador impenitente:
"Populus hic
labiis me honorat, cor autem eorum longe est a me" (2).
Esas personas que
ingresan en mis cofradías, dice Jesucristo, y rezan todos los días
el Rosario o una parte de él sin contrición alguna de sus pecados,
me honran con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí.
He dicho
"o al menos resuelta a salir del pecado": 1) Porque si fuera necesario estar
absolutamente en gracia de Dios para hacer oraciones que le fuesen agradables,
se seguiría que los que están en pecado mortal no deberían
rezar, a pesar de que tienen más necesidad de ello que los justos;
y por tanto, no debería aconsejarse nunca a un pecador que rezase el
Rosario, ni una parte de él, porque le sería
inútil, lo cual
es un error condenado por la Iglesia. 2) Porque si con voluntad de permanecer en
el pecado y sin intención alguna de salir de él se inscribiese
en una cofradía de la Santísima Virgen, o rezase el Rosario,
o una parte de él, u otra oración, se haría del
número de
los falsos devotos de la Santísima Virgen y de los devotos presuntuosos
e impenitentes que bajo el manto de la Santísima Virgen, con el escapulario
sobre su cuerpo y el Rosario en la mano, gritan: "¡Santa y bondadosa
Virgen, Dios te salve, María!" y no obstante crucifican y desgarran
cruelmente a Jesucristo con sus pecados y caen para su desgracia de las más
santas cofradías de la Santísima Virgen a las llamas del infierno.
118)
Aconsejamos el Santo Rosario a todos: a los justos, para perseverar
y crecer en gracia de Dios, y a los pecadores, para salir de sus pecados.
Pero no agrada ni puede agradar a Dios que exhortemos a un pecador a hacer
del manto de protección de la Santísima Virgen un manto
de condenación para ocultar sus crímenes y cambiar el Rosario, que es el
remedio de todos los males, en veneno mortal y funesto. "Corruptio optimi
pessima."
Es necesario ser
ángel de pureza, dice el sabio Cardenal Hugo, para acercarse
a la Santísima Virgen y rezar la salutación angélica. Ella hizo
que un impúdico que rezaba, por regla general diariamente,
el Rosario pudiera ver hermosos frutos en un vaso manchado de inmundicias; y como
se sintiera él horrorizado, le dijo la Señora: "He
ahí
como me sirves: me presentas rosas bellísimas en un vaso sucio y corrompido.
Juzga si pueden resultarme agradables."
42a
Rosa
119)
No basta para rezar bien expresar nuestra súplica con la más hermosa
de las oraciones, que es el Rosario, sino que es preciso hacerlo con gran
atención, porque Dios oye la voz del corazón más bien que
la de la boca. Orar con distracciones voluntarias sería gran irreverencia
que haría nuestros Rosarios infructuosos y nos llenaría de
pecados. ¿Cómo osaremos pedir a Dios que nos oiga, si no nos
oímos nosotros mismos y si mientras suplicamos a esta imponente majestad,
ante quien todo tiembla, nos distraemos voluntariamente a correr tras
de una mariposa? Es alejar de uno la bendición de este gran Señor,
convirtiéndola en la maldición lanzada contra los que hacen
la obra de Dios con negligencia: "Maledictus qui facit opus Dei neglegenter"
(3).
120) Cierto que
no se puede rezar el Rosario sin tener alguna distracción involuntaria,
y aun es difícil decir un avemaría sin que la imaginación
siempre inquieta quite algo de la atención; pero sí se puede rezar
sin distracciones voluntarias, y para disminuir las
involuntarias y fijar la atención,
deben ponerse todos los medios.
A tal efecto,
poneos en la presencia de Dios, creed que Dios y su Santísima Madre os miran,
que vuestro ángel de la guarda está a vuestra derecha y recoge vuestras
avemarías como otras tantas rosas, si son bien rezadas, para hacer una corona
a Jesús y María, y que, por el contrario, el demonio está
a vuestra izquierda y merodea alrededor para devorar vuestras avemarías
y anotarlas en su libro de muerte, cuando no son dichas con atención,
devoción y modestia. Sobre todo, no dejéis de ofrecer los decenarios
en honor de los misterios y de representaros en la imaginación a Nuestro
Señor y a su Santísima Madre en el misterio que consideréis.
121)
Se lee en la vida del Beato Hermann, de la Orden de los Premonstratenses, que
cuando rezaba el Rosario con atención y devoción, meditando
sus misterios, se le aparecía la Santísima Virgen radiante de luz,
de hermosura y de majestad. Pero después se le enfrió la devoción y rezaba
el Rosario de prisa y sin atención; se le apareció entonces
con la cara arrugada, triste y desagradable. Como el Beato Hermann se sorprendiera
de tal cambio, díjole la Santísima Virgen: "Me presento
a tus ojos como estoy en tu alma, pues tú me tratas solamente
como una persona vil y despreciable. ¿Qué fue de aquellos
tiempos en que me saludabas con respeto y atención, meditando mis
misterios y admirando mis grandezas?"
43a
Rosa
122)
Así como no existe oración más meritoria para el alma y
más gloriosa para Jesús y María que el Rosario bien rezado,
no hay tampoco ninguna oración más difícil
de rezar bien
y perseverar en ella, particularmente por las distracciones que vienen como
naturalmente de la frecuente repetición de la misma súplica.
Cuando se reza
el oficio de la Virgen Santísima, los siete salmos o cualquier
otra oración que no sea el Rosario, el cambio o diversidad de términos
de que se componen tales oraciones detiene la imaginación y recrea
el espíritu, dando al alma, consiguientemente, facilidad para rezarlas bien.
Pero en el Rosario, como son siempre los mismos padrenuestros y avemarías
y combinados de igual modo es bien difícil no cansarse, no dormirse
y no dejarlo para seguir otros rezos más recreativos y menos molestos.
Esto es lo que hace que se necesite infinitamente más devoción para
perseverar en el rezo del Santo Rosario que en ninguna otra oración,
aunque sea ésta el salterio de David.
123)
Y aumentan esta dificultad nuestra imaginación, tan inquieta que ni
un solo momento está en reposo, y la malicia del demonio, tan infatigable
para distraernos e impedir nuestra oración. ¿Qué no hará
contra nosotros este espíritu malo, mientras nosotros rezamos el Rosario
contra él? Acrecienta nuestra natural languidez y
nuestra negligencia. Antes de la oración aumenta el hastío,
las distracciones y el decaimiento; durante la oración
nos asalta por todas partes, y cuando hemos terminado de orar
entre mil trabajos y distracciones, nos dice: "No has hecho nada
meritorio, tu Rosario nada vale, mejor te fuera trabajar y ocuparte
en tus negocios; pierdes el tiempo en rezar tantas oraciones vocales
sin atención; media hora de meditación o una buena lectura
valdría mucho más. Mañana, que no tendrás tanto
sueño, rezarás con más atención, deja el resto
de tu Rosario para mañana." De este modo, el diablo, con sus artificios,
consigue con frecuencia que se abandone el Rosario más o menos por completo
o siquiera que se difiera.
124)
No lo creais, amados cofrades del Rosario, y tened valor;
pues aunque durante todo el Rosario haya estado vuestra imaginación
llena de distracciones e ideas extravagantes, si las habéis procurado
desechar lo mejor posible desde el momento en que os apercibisteis de ello,
vuestro Rosario es mucho mejor, porque es más meritorio y tanto más
meritorio cuanto más difícil; y es tanto más difícil
cuanto resulta naturalmente menos agradable al alma estar lleno de las enojosas
moscas y hormigas de las distracciones que recorren nuestra imaginación,
a pesar de nuestra voluntad, no dejando así al alma tiempo para gustar
lo que dice y reposar en paz.
125) Si es preciso
que luchéis durante todo el Rosario contra las distracciones,
combatid valientemente con las armas en la mano; es decir, continuando el Rosario,
aunque sin gusto ni consuelo sensible; es un terrible pero saludable combate
para el alma fiel; si rendís vuestras armas, es decir, si dejáis
el Rosario; estáis vencidos, y por el momento el demonio, vencedor
de vuestra firmeza, os dejará en paz, y en el día del juicio
os reprochará vuestra pusilanimidad y infidelidad. "Qui fidelis est in minimo et in majori fidelis
est" (4):
El que es fiel en las cosas pequeñas lo será también en
las grandes.
El que es fiel
en rechazar las pequeñas distracciones durante
una breve plegaria será también fiel en las cosas grandes. Nada, en efecto,
más cierto que este principio, pues el Espíritu Santo es quien
lo ha dicho. Valor, pues, buenos servidores y fieles siervos de Jesucristo
y de la Santísima Virgen, que habéis tomado la resolución
de rezar el Rosario diariamente. Que la multitud de moscas, yo llamo
así a las distracciones que os hacen la guerra mientras rezáis,
no sea capaz de obligaros indignamente a dejar la compañía
de Jesús y María en la que estáis al rezar el Rosario.
Pondré después los modos de disminuir las distracciones.
44a
Rosa
126)
Después
de invocar al Espíritu Santo para rezar bien el Santo Rosario, poneos un
momento en la presencia de Dios y ofreced las decenas, del modo que veréis
más adelante.
Antes de empezar la decena,
deteneos un momento, más o menos prolongado, según el tiempo de que dispongáis,
para considerar el misterio que celebréis en la decena, y pedid siempre, por ese misterio
y por la intercesión de la Santísima Virgen, una de las virtudes que más
sobresalgan en el misterio o aquélla de que os encontréis más necesitados.
Tened cuidado,
sobre todo, con las dos faltas que ordinariamente cometen todos los que rezan
el Santo Rosario.
La primera es no
formar intención alguna al rezar el Rosario, de manera que si les
preguntáis por qué lo rezan, no sabrían responderos.
Por eso debéis tener siempre presente al rezar el Rosario alguna
gracia que pedir, alguna virtud que deseáis practicar o algún pecado
de que queréis veros libres.
La segunda falta que
comúnmente se comete al rezar el Rosario es no tener otra intención, después
de empezado, si no es la de acabarlo pronto. Esto proviene de considerar el Rosario
como algo oneroso, que pesa mucho cuando no se ha rezado, sobre todo si se ha hecho
ya de ello así como un deber de conciencia o cuando se nos ha impuesto por
penitencia o como a nuestro pesar.
127)
Da compasión el ver cómo reza el Rosario la mayor parte de las gentes;
lo dicen con precipitación vertiginosa y aun omiten parte de las palabras.
No osarían cumplimentar de tal modo al último de los hombres,
y no obstante se llega a creer que Jesús y María estarán
con ello muy honrados...
Después
de esto, ¿cabe asombrarse si las más santas oraciones de la
Religión Cristiana quedan casi sin fruto alguno; y si después de rezar
mil y diez mil Rosarios no es uno más santo?
Detén,
querido cofrade del Rosario, tu precipitación natural al rezarlo
y haz algunas pausas en medio del padrenuestro y del avemaría,
y una pausa más breve después de las
palabras del padrenuestro y del avemaría que
señalo aquí con una cruz.
Padre
Nuestro,
que estás en el cielo + santificado sea tu nombre +
venga a nosotros tu reino + hágase tu
voluntad + en la tierra como en el cielo +.
Danos hoy
+ nuestro pan de
cada día + perdona nuestras ofensas + como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden + no nos dejes caer en la tentación + y líbranos
del mal. Amén +.
Dios te salve,
María, llena eres de gracia + el Señor es
contigo + bendita
tú eres entre todas las mujeres + y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús +.
Santa María, Madre de
Dios + ruega por nosotros, pecadores, ahora + y en la hora de nuestra muerte. Amén
+.
Te
costará trabajo al principio hacer estas paradas por la mala costumbre
contraída de rezar precipitadamente, pero un decenario dicho con pausa
te será más meritorio que miles de Rosarios sin detención,
sin reflexionar.
128) El
Beato Alano de la Roche y otros autores, entre ellos Belarmino,
cuentan que un buen sacerdote aconsejó a tres hermanas, penitentes suyas,
que rezasen diaria y devotamente el Rosario, durante un año, sin faltar
ningún día, para tejer un hermoso vestido de gloria a la Santísima
Virgen; y que éste era un secreto que el cielo le había comunicado.
Las tres hermanas lo hicieron así durante un año, y el día
de la Purificación, al atardecer, cuando ya estaban retiradas,
entró en su habitación la Santísima Virgen, acompañada
de Santa Catalina y de Santa Inés, llevando la Santísima Virgen
un vestido resplandeciente de luz, sobre el cual se leía, escrito por todas
partes con caracteres de oro: "Ave Maria gratia plena." La Santísima
Virgen aproximóse a la cama de la primogénita y le dijo: "Yo te saludo,
hija mía, que tan bien y tan frecuentemente me saludaste. Vengo a agradecerte
los hermosos vestidos que me hiciste."
Diéronle
también las gracias las dos santas vírgenes que la acompañaban
y las tres desaparecieron.
Una hora
después, la Santísima Virgen volvió con sus dos compañeras
a la misma habitación, vestida con un traje verde, pero sin oro y sin
luminosidad, se acercó al lecho de la segunda hermana y le dio gracias por
el traje que le había hecho rezando su Rosario; pero como ella había
visto a la Santísima Virgen aparecerse a su hermana mayor con mucha mayor
brillantez, pidióle la razón de ello. "Es -respondió
María- que me hizo mejor vestido, rezando el Rosario mejor que tú."
Una hora
más tarde, aproximadamente, aparecióse la Santísima Virgen
por tercera vez a la más joven de las hermanas, vestida con un harapo sucio
y roto, diciéndole: "¡Oh hija mía!, así me vestiste;
yo te lo agradezco."
La joven, cubierta
de confusión, exclamó: "¡Oh Señora mía!
Perdón os pido por haberos vestido tan mal, dadme tiempo para haceros
un hermoso traje rezando bien el Rosario." Desaparecida la visión,
contó la afligida joven a su confesor cuánto le había
ocurrido, y éste la animó a rezar durante un año el Rosario
con más perfección que nunca, cosa que ella hizo. Al cabo del
año, el mismo día de la Purificación, la Santísima
Virgen, también acompañada de Santa Catalina y Santa Inés,
que llevaban coronas, y vestida con hermosísimo traje, se les
apareció al atardecer y les dijo: "Estad seguras, hijas mías,
del reino de los cielos, donde entraréis mañana con gran
alegría." A lo que respondieron las tres: "Preparado está
nuestro corazón, amadísima Señora, nuestro corazón está
preparado." La visión desapareció. Aquella misma noche
se sintieron enfermas, llamaron a su confesor, recibieron los
últimos sacramentos
y dieron las gracias a su director por la santa práctica que les había
enseñado. Después de Completas se les apareció de nuevo
la Santísima Virgen acompañada de un gran
número de vírgenes,
e hizo vestirse con túnicas blancas a las tres hermanas, que, luego de esto,
fueron al cielo, mientras cantaban los ángeles: "Venid, esposas de Jesucristo,
recibid las coronas que os están preparadas desde la eternidad."
Aprended de esta
historia varias verdades: 1) cuán importante es tener buenos
directores que inspiren santas prácticas de piedad y particularmente
el Santo Rosario; 2) cuán importante es rezar el Santo Rosario con atención
y devoción; 3) cuán benigna y misericordiosa es la Santísima
Virgen con los que se arrepienten del pasado y proponen enmendarse;
4) cuán liberal es en recompensar durante la vida, en la hora de la muerte
y en la eternidad los pequeños servicios que con fidelidad se le hacen.
45a
Rosa
129)
Añado que es preciso rezar el Santo Rosario con modestia; es decir,
en cuanto se pueda, de rodillas, con las manos juntas y entre ellas el Rosario.
No obstante, en caso de enfermedad puede rezarse en la cama; de viaje,
puede rezarse caminando, y si por alguna enfermedad no se puede estar de
rodillas, puede rezarse en pie o sentado. Puede también rezarse trabajando,
cuando no es posible dejar el trabajo, para satisfacer los deberes de la profesión,
porque el trabajo manual no siempre es contrario a la oración vocal.
Confieso
que nuestra alma, por su limitación, cuando está atenta al trabajo
de las manos, lo está menos a las operaciones del espíritu, tales como
la oración; pero, sin embargo, de imponerlo la necesidad, tiene
también su precio esta oración ante la Santísima Virgen,
que recompensa más el buen deseo del corazón que el acto exterior.
130) Os aconsejo dividir el Rosario
en tres partes y tres tiempos diferentes del día, es preferible dividirlo así a rezarlo
todo de una vez.
Si no podéis
encontrar tiempo suficiente para rezar el tercio seguido, rezad una decena aquí
y la otra allá y podréis arreglaros de modo que, a pesar de vuestras
ocupaciones y negocios, antes de acostaros, hayáis rezado el Rosario completo.
Imitad en eso la fidelidad de San Francisco de Sales, quien, cierto día que
se hallaba muy cansado por las visitas que había hecho, cuando eran
ya muy cerca de las doce de la noche, recordó que le faltaba por rezar
algunas decenas del Rosario, e inmediatamente se puso de rodillas y las rezó
antes de acostarse, a pesar de todas las respetuosas reconvenciones que su capellán,
viéndole tan cansado, le hizo para que aplazase hasta la mañana siguiente lo que
quedaba por rezar.
Imitad la fidelidad,
modestia y devoción de aquel santo religioso que, según refieren
las crónicas de San Francisco, tenía por costumbre rezar un Rosario
con mucha devoción y modestia antes de comer, como más arriba contamos (5).
46a
Rosa
131) De cuantos
modos hay de rezar el Rosario, el más glorioso para Dios y saludable para
el alma, como también el más terrible para el diablo, es salmodiarlo
o rezarlo públicamente a dos coros.
Dios
se complace en las asambleas. Todos los ángeles y santos reunidos en el cielo
le cantan incesantemente alabanzas. Los justos de la tierra, reunidos en varias
comunidades, le ruegan colectivamente día y noche. Nuestro Señor
aconsejó expresamente tal práctica a sus Apóstoles
y discípulos, prometiéndoles que cuantas veces se reuniesen
dos o tres en su nombre se encontraría en medio de ellos (6). ¡Qué dicha estar
en compañía de Jesús! Sin embargo, para poseerle
basta con reunirse a rezar el Rosario. ¡Estar en compañía
de Jesucristo! He ahí la razón por la que los primeros cristianos
se reunían tan a menudo, a despecho de las persecuciones de los emperadores,
que les prohibían congregarse. Preferían exponerse a la muerte
a faltar a sus asambleas, en las que estaban ciertos de tener
en su compañía a Jesús.
132) Este modo de
oración es más saludable al alma:
1)
Porque el espíritu está ordinariamente más atento en la
oración pública que en la oración en privado.
2)
Cuando se reza en comunidad, las oraciones de cada individuo se hacen
comunes a toda la asamblea y no forman todas juntas más que una sola
oración; de suerte que si algún particular no reza tan bien, otro que
lo hace mejor compensa su falta; el fuerte sostiene al débil, el fervoroso enardece
al tibio, el rico enriquece al pobre, el malo pasa entre los buenos. ¿Cómo
vender una medida de cizaña? Basta mezclarla con cuatro
o cinco fanegas de trigo bueno.
3)
Una persona que reza el Rosario sola tiene solamente el mérito
de un Rosario; pero si lo reza con treinta personas, adquiere el mérito
de treinta Rosarios. Tales son las leyes de la oración pública.
¡Qué ganancia! ¡Qué ventaja!
4)
Urbano VIII, muy satisfecho de la devoción del Rosario, que se rezaba
a dos coros en muchos lugares de Roma, especialmente en el convento de la Minerva,
concedió cien días de indulgencia cuantas veces se rezara a dos coros:
Toties quoties. Éstos son los términos de su breve que empieza:
Ad perpetuam rei memoriam, año 1626. Así que todas las veces que se
reza el Rosario en comunidad se ganan cien días de indulgencia.
5)
Esta oración pública es más poderosa para apaciguar
la ira de Dios y alcanzar su misericordia que la oración particular,
y la Iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, se sirvió de esa
forma de oración en los tiempos de miserias y calamidades públicas.
El Papa Gregorio
XIII declara en una bula que es forzoso creer piadosamente que las oraciones
públicas y las procesiones de los cofrades del Santo Rosario habían
contribuido mucho a obtener de Dios la gran victoria que los cristianos ganaron
en el golfo de Lepanto sobre la armada de los turcos el primer domingo de octubre
del año 1571.
133)
Luis el Justo, de feliz memoria, sitiando La Rochela, donde tenían
los herejes revolucionarios sus fuertes, escribía a la Reina, su madre,
para que se hiciesen oraciones públicas por la prosperidad de su
ejército. La Reina resolvió organizar Rosarios
públicos
en la iglesia de los Hermanos Predicadores del barrio de San Honorato de París,
lo que cumplió con el mayor esmero el señor Arzobispo. Se empezó
esta devoción el 20 de mayo de 1628. Asistieron la Reina Madre y la
Reina Regente, así como el Duque de Orleans, los eminentísimos señores
Cardenales de la Rochefoucault y de Berulle, muchos prelados, toda la corte y una multitud
innumerable de pueblo. El señor Arzobispo leía en alta voz
las meditaciones sobre los misterios del Rosario y empezaba a continuación
el padrenuestro y el avemaría de cada decena, que los religiosos
y asistentes contestaban. Después del Rosario,
llevaban en procesión
la imagen de la Santísima Virgen, cantando sus letanías.
Continuóse
esta devoción todos los sábados con admirable fervor y
bendición evidente del cielo, pues el Rey triunfó sobre los ingleses
en la isla de Re y entró victoriosamente en La Rochela el día de
Todos los Santos del mismo año; lo que demuestra la fuerza de la
oración pública.
134)
En fin, el Rosario rezado en comunidad es mucho más terrible
para el demonio, pues se constituye por tal medio un cuerpo de ejército
para atacarle. Triunfa, algunas veces con facilidad, de la oración
particular, pero si ésta se une a la de los demás, entonces con
gran dificultad podrá conseguir su propósito. Es fácil
romper una varita, pero si la unís a otra y hacéis un haz,
no podréis romperla. "Vis unita fit fortior." Los soldados
se unen en cuerpo de ejército para combatir a sus enemigos, los malos
se unen con frecuencia para sus excesos y sus bailes, los mismos demonios se unen
para perdernos; ¿por qué, pues, los cristianos no han de unirse
para estar en compañía de Jesucristo, para apaciguar la ira de
Dios, para alcanzar su gracia y su misericordia y para vencer y abatir más
poderosamente a los demonios?
Amados cofrades del Rosario,
sea que viváis en la ciudad o en el campo, cerca de la iglesia parroquial o de una capilla,
id a ella al menos todas las tardes y, con permiso del señor rector de dicha parroquia
y en compañía de cuantos lo deseen, rezad el Rosario a dos coros; haced lo mismo
en vuestra casa o en la de un particular cualquiera del pueblo, si no tenéis la comodidad
de la iglesia o capilla.
135)
Es una santa práctica que Dios, por su misericordia, estableció
en los lugares en que di misiones, para conservar y aumentar el fruto e impedir
el pecado. En esas villas y aldeas, antes de establecer el Rosario, sólo
bailes, excesos, disolución, inmodestias, juramentos, querellas y divisiones
se veían; únicamente se escuchaban canciones deshonestas
y palabras de doble sentido. Al presente no se oyen más que los
cánticos y la salmodia del padrenuestro y el avemaría, sólo
se ven santas compañías de veinte, treinta, cien y más
personas que cantan como religiosos alabanzas a Dios en una hora determinada.
Hay también
lugares en que diariamente se reza el Rosario en comunidad en tres tiempos
del día. ¡Qué bendición del cielo! Como por todas
partes hay réprobos, no dudéis de que hay en los lugares donde
vivís algunos malos que desdeñarán de venir a vuestro Rosario,
que os ridiculizarán quizás y aun harán cuanto puedan,
con sus malas palabras y ejemplos, para impediros continuar este santo ejercicio;
pero resistid. Como tales desgraciados han de estar para siempre
separados de Dios y de su paraíso en el infierno, es preciso que
aquí anticipadamente, en la tierra, se separen de Jesucristo
y de sus servidores y siervas.
47a
Rosa
136)
Separaos de los malos, pueblo de Dios, almas predestinadas, y para escapar
y salvaros de en medio de los que se condenan por su impiedad, indevoción
y ociosidad, decidíos, sin perdida de tiempo, a rezar con frecuencia el
Santo Rosario, con fe, con humildad, con confianza y con perseverancia.
Quien
piense seriamente en el mandato de Jesucristo de que oremos
siempre, en su ejemplo, en las inmensas necesidades que tenemos de la
oración a causa de nuestras tinieblas, ignorancias y debilidades
y de la multitud de nuestros enemigos, no se contentará, ciertamente,
con rezar el Rosario una vez al año, según ordena la
Cofradía
del Rosario perpetuo, ni todas las semanas, como la del Rosario ordinario
prescribe, sino que lo rezará todos los días, sin faltar uno,
como la Cofradía del Rosario cotidiano señala, aunque no
tenga otra obligación que la de salvarse.
Oportet,
es necesario, semper orare, orar siempre, et non
deficere (7),
no cesar de orar.
137) Son éstas
palabras eternas de Jesucristo, que es forzoso creer y practicar, bajo
pena de condenación. Explicadlas como queráis, con tal que no
las expliquéis a la moda, a fin de no practicarlas a la moda. Jesucristo
nos dio su verdadera explicación en los ejemplos que nos ha dejado: "Exemplum dedi vobis, ut quemadmodum ego feci, ita et vos
faciatis" (8).
"Erat pernoctans in oratione Dei" (9).
Como si el día no le bastase, empleaba la noche en la
oración.
Con frecuencia
repetía a sus Apóstoles estas dos palabras: "Vigilate et orate" (10). Velad
y orad. La carne es débil, la tentación próxima y continua.
Si no oráis siempre, caeréis. Como quiera que creyeron que
lo que Nuestro Señor les decía era sólo de consejo,
interpretaron estas palabras a la moda y por eso cayeron en la
tentación y en el pecado, aun estando en compañía de Jesucristo.
138)
Si quieres vivir, amado cofrade, a la moda y condenarte a la moda; es decir,
si transiges con caer de vez en cuando en pecado mortal, pensando confesarte
después, si evitas los pecados groseros y escandalosos y conservas
las apariencias de la hombría de bien, no son necesarias tantas oraciones,
ni que reces tantos Rosarios; una pequeña oración por la mañana
y por la tarde, unos cuantos Rosarios que te sean impuestos en penitencia
y algunas decenas de avemarías cuando te vinieren en gana, son bastante para
aparecer ante el mundo como cristiano. Si hicieras menos, te acercarías al libertinaje;
si hicieras más, te aproximarías a la excepción,
a la gazmoñería.
139) Pero si,
como verdadero cristiano que desea de veras salvarse y caminar por el sendero
de los santos, quieres no caer de ningún modo en pecado mortal, romper todas
las ligaduras y apagar todos los dardos encendidos del diablo, es necesario
que reces siempre como enseñó Jesucristo.
Por tanto, es
necesario, al menos, que reces diariamente el Rosario u otras oraciones
equivalentes.
Y repito
"al menos" porque ése será el fruto que conseguirás
rezando el Rosario todos los días: evitar todos los pecados mortales y vencer
todas las tentaciones, en medio de los torrentes de iniquidad del mundo, que arrastran
con frecuencia a los más seguros; en medio de las espesas tinieblas,
que ciegan con frecuencia a los más iluminados, en medio de los espíritus
malignos, que, más diestros que nunca y con menos tiempo para tentar,
lo hacen con mayor habilidad y éxito.
¡Oh, qué maravilla de la gracia del Santo
Rosario! ¡Poder escapar del mundo, del demonio y de la carne y
salvarte para el
cielo!
140) Si no queréis creer lo que os digo creed
en vuestra propia experiencia. Yo os pregunto si
cuando sólo hacíais un poco de oración, como
se hace en el mundo y del modo que ordinariamente se hace, podíais evitar faltas
graves y grandes pecados que por vuestra ceguera os parecían pequeños. Abrid, pues, los ojos, y
para vivir y morir santamente, sin pecados, al
menos mortales, orad siempre, rezad todos los días el Rosario, como lo hacían en otro tiempo
los cofrades al establecerse la Cofradía. La Santísima Virgen, al dárselo a Santo Domingo,
le ordenó que lo rezase e hiciera rezar todos los días; y el Santo no recibía en la
Cofradía a ninguno como no estuviera resuelto a rezarlo
diariamente. Si, ahora, no se exige, en la Cofradía
del Rosario ordinario, más que un Rosario por
semana, es porque el fervor se ha apagado y se
ha enfriado la caridad. De aquí se deduce que
puede decirse de quien reza poco: "Non fuit ab
initio sic" (11).
Es preciso
también advertir tres cosas.
141) La primera,
que si deseáis inscribiros en la Cofradía del Rosario cotidiano
y participar de las oraciones y méritos de los que están en ella,
no basta con ser inscrito en la Cofradía del Rosario ordinario
o tomar solamente la resolución de rezar el Rosario todos los días;
es preciso además dar vuestro nombre a los que tienen potestad para
inscribiros; y es conveniente confesar y comulgar en la ocasión de ser
recibidos cofrades por esta intención. La razón de la mencionada
advertencia consiste en que el Rosario ordinario no envuelve el cotidiano,
pero el Rosario cotidiano implica el ordinario.
Lo segundo
que debe tenerse en cuenta es: que no hay, absolutamente hablando,
ningún pecado, ni aun venial, en faltar de rezar el Rosario diario, ni el semanal,
ni el anual.
Y lo tercero, que cuando
la enfermedad, obediencia legítima, necesidad u olvido involuntario
son causa de que no podáis rezar el Rosario, no dejáis por eso de tener
su mérito y no perdéis la participación en los Rosarios de los otros
cofrades; y por tanto no es necesario en absoluto que al día siguiente recéis
dos Rosarios para suplir al que habéis faltado, sin culpa vuestra según yo supongo.
Si, no obstante, la enfermedad os permitiera rezar una parte del Rosario, debéis
rezarla. "Beati qui stant coram te semper."
"Beati qui habitant in domo tua, Domine, in saecula
saeculorum laudabunt te" (12):
Bienaventurados, oh Jesús, Señor nuestro, los cofrades del Rosario
cotidiano, que todos los días están alrededor vuestro y en vuestra
casita de Nazaret alrededor de vuestra cruz sobre el Calvario y alrededor de
vuestro trono en los cielos, para meditar y contemplar vuestros misterios gozosos,
dolorosos y gloriosos. ¡Oh, qué felices son en la tierra por las gracias
especiales que les comunicáis y qué dichosos serán en el cielo,
donde os alabarán de modo especial por los siglos de los siglos!
142)
Además es preciso rezar el Rosario con fe, según las palabras
de Jesucristo: "Credite quia accipietis et fiet
vobis" (13):
Creed que recibiréis de Dios lo que le pidáis, y os escuchará.
Os dirá: "Sicut credidisti, fiat tibi" (14).
Hágase como has creído. "Si quis indiget sapientiam, postulet a Deo; postulet autem in fide nihil
haesitans" (15): Si
alguno necesita sabiduría, que la pida a Dios con fe, sin
dudar,
rezando el Rosario, y se le dará.
143)
Es también necesario rezar con humildad, como el publicano que estaba
con las dos rodillas en tierra, y no con una rodilla en el aire o sobre un banco,
como los mundanos; estaba al fondo de la iglesia, y no en el santuario, como
el fariseo; tenía los ojos bajos hacia el suelo, sin atreverse a mirar
al cielo, y no con la cabeza levantada, mirando acá y allá, como
el fariseo; y golpeaba su pecho confesándose pecador y pidiendo
perdón: "Propitius esto mihi peccatori" (16),
y no como el fariseo, que se vanagloriaba de sus buenas obras, despreciando
a los demás en sus oraciones. Guardaos de la orgullosa oración
del fariseo que le volvía más endurecido y maldito; imitad, en cambio,
la humildad del publicano en su oración, que le obtuvo la remisión
de sus pecados.
Tened cuidado en no
tender a lo extraordinario y de no pedir y desear conocimientos extraordinarios,
visiones, revelaciones y otras gracias milagrosas que algunas veces se han comunicado
a ciertos santos en el rezo del Rosario. "Sola fides sufficit" (17), la fe
sola es suficiente en la actualidad, puesto que el Evangelio y todas las devociones
y prácticas de piedad son suficientemente establecidas.
No
omitáis jamás la más mínima parte del Rosario en
vuestros desalientos, sequedades y decaimientos interiores; eso sería señal de orgullo
e infidelidad; sino, como bravos campeones de Jesús y María, sin ver, sentir,
ni gustar nada, rezad en medio de toda vuestra sequedad el padrenuestro y el avemaría,
pensando lo mejor que podáis en los misterios.
No
deseéis los bombones y golosinas de los niños para comer vuestro pan
cotidiano, y para imitar con más perfección a Jesucristo
en su agonía, prolongad vuestro Rosario cuando tengáis más
trabajo para rezarlo: "Factus in agonia prolixius orabat" (18);
para que pueda aplicarse a vosotros lo dicho de Jesucristo cuando estaba en la
agonía de la oración: oraba más largamente.
144)
En fin, orad con mucha confianza, fundada en la bondad y liberalidad infinita
de Dios y en las promesas de Jesucristo. Dios es un manantial de agua viva
que afluye al corazón de los que oran. Jesucristo es el pecho del Padre
Eterno, lleno de la leche de la gracia y de la verdad; el mayor deseo del Padre Eterno
con relación a nosotros es comunicarnos las aguas saludables de su gracia y misericordia;
y exclama: "Omnes sitientes venite ad aquas" (19):
Venid a beber de mis aguas por la oración; y cuando no se le pide, se lamenta de que
se le abandona: "Me dereliquerunt
fontem aquae vivae" (20).
Se proporciona un gran placer a Jesucristo pidiéndole sus gracias;
y mayor satisfacción todavía que procura a las madres naturales
dar a sus hijos el néctar de sus pechos. La oración es el canal
de la gracia de Dios y a modo de pecho maternal de Jesucristo. Si no se
acude a ella como deben hacerlo todos los hijos de Dios, Jesucristo se queja
amorosamente: "Usque modo non petistis quidquam, petite et accipietis,
quaerite et invenietis, pulsate et aperietur vobis" (21):
Hasta ahora nada me habéis pedido: pedidme y os daré,
buscad y encontraréis, llamad a mi puerta, que yo os la abriré. Y para
animarnos
más a rogarle con confianza, empeña su palabra de que el Eterno Padre
nos concederá cuanto le pidamos en su nombre: en el nombre de Jesús.
48a
Rosa
145)
Pero a nuestra confianza unamos en quinto lugar la perseverancia en la
oración. Sólo el que persevera en pedir, buscar y llamar
recibirá, encontrará y entrará. No basta con pedir a Dios
una gracia durante un mes, un año, diez años, veinte; no hay que
aburrirse, "et non deficere", es preciso
pedir hasta la muerte y estar resuelto a obtener lo que se pide para la
salvación o a morir, y aun es preciso unir a la muerte la perseverancia
en la oración y la confianza en Dios y decir: "Etiam si
occiderit me, sperabo in eum" (22):
Aun cuando quisiera darme la muerte, esperaría en Él y de
Él lo que pido.
146) La liberalidad
de los ricos y grandes del mundo muéstrase previniendo por sus beneficios lo que
necesitan los demás, aun antes que se lo pidan; pero Dios, por el contrario,
muestra su magnificencia en hacer buscar durante mucho tiempo y hacer pedir las gracias
que quiere conceder, y cuanto más preciosa es la gracia que quiere otorgar, más
tiempo difiere su concesión:
1) Para aumentarla de ese modo.
2) Para que quien
la reciba la tenga en gran estima.
3) Para que tenga
cuidado de no perderla después de recibida; porque no se estima mucho
lo que en un momento y con poco trabajo se consigue.
Perseverad, pues, amados cofrades del Rosario, pidiendo a Dios por el Santo Rosario
todas vuestras necesidades espirituales y corporales, y particularmente,
la divina Sabiduría que es un tesoro infinito. "Thesaurus est
infinitus" (23);
y tarde o temprano la obtendréis infaliblemente, con tal que no lo
dejéis ni perdáis ánimos durante vuestra carrera. "Grandis enim tibi restat via" (24).
Porque
aún os falta mucho camino por recorrer, muchos malos tiempos que
atravesar, muchas dificultades que remover, muchos enemigos que vencer,
antes de reunir tesoros bastantes para la eternidad, muchos padrenuestros y
avemarías para adquirir el paraíso y ganar la corona hermosísima
que espera todo fiel cofrade del Rosario.
"Nemo accipiat coronam
tuam" (25):
Cuidad que otro más fiel que vos en rezar diariamente su Rosario
no os la quite. "Coronam tuam": era vuestra, Dios os la había
preparado, era vuestra, y la teníais casi ganada con vuestros Rosarios bien rezados,
y por haberos detenido en tan hermoso camino, por donde
caminabais tan bien, "currebatis bene" (26), otro
que os adelantó, llegó el primero, otro más diligente y
más fiel adquirió y pagó con sus Rosarios y buenas obras
lo preciso para comprar esta corona.
"Quid vos impedivit?"
(27). ¿Quién
os ha impedido tener la corona del Santo Rosario? ¡Ah, los enemigos del Santo
Rosario, que son muchos!
147)
Creedme, solamente alcanzarán esa corona los esforzados que la arrebatan
violentamente, "violenti rapiunt" (28).
No son estas coronas para los medrosos que temen las burlas y amenazas del mundo, ni
tampoco para los perezosos y holgazanes que rezan el Rosario con negligencia o a la
fuerza o por rutina y con intervalos, según su
fantasía; no son estas coronas
para los cobardes que se descorazonan y deponen las armas cuando ven a todo el infierno
desencadenado contra su Rosario.
Si queréis,
amados cofrades del Rosario, entrar al servicio de Jesús y María rezando diariamente
el Rosario, preparad vuestra alma para la tentación: "Accedens ad servitutem Dei,
praepara animam tuam ad tentationem" (29). Los herejes,
los libertinos, los hombres de bien del mundo, los semidevotos y falsos profetas, de acuerdo
con vuestra corrompida naturaleza y el infierno todo, os presentarán terribles combates
para obligaros a abandonar esta práctica.
148) Para
preveniros contra los ataques, no tanto de los herejes y libertinos declarados
como de la "gente buena" -según el mundo-, y aun de las personas
devotas a quien esta práctica no agrada, voy a
escribiros con sencillez
algo de lo que a diario dicen y piensan:
"Quid vult seminiverbius ille? Venite, opprimamus eum,
contrarius est enim" (30), etc.:
¿Qué quiere decir este gran rezador de Rosarios? ¿Qué
es lo que musita a horas? ¡Qué holgazanería! No hace
otra cosa que rezar Rosarios, mejor le fuera trabajar, sin divertirse
con tantas santurronerías. ¡Claro que sí! ¡No hay más
que rezar el Rosario, y las alondras caerán tostadas del cielo! ¡El
Rosario nos traerá algo bueno para cenar! Dice Dios: Ayúdate
y te ayudaré, ¿para qué recargarse
con tantas
oraciones? "Brevis oratio penetrat coelos." Bastan un padrenuestro y un
avemaría bien dichos. Dios no nos impuso el Rosario. Es bueno cuando se tiene tiempo,
pero no tendremos menos facilidad de salvarnos por eso. ¡Cuántos santos
hay que no lo rezaron nunca!
Hay gentes
que juzgan a todos por su medida, indiscretos que todo lo llevan
al extremo, hay escrupulosos que encuentran pecado donde no lo hay y dicen que todos
los que no recen el Rosario se condenarán.
Rezar el Rosario es bueno para mujercillas
ignorantes que no saben leer. ¡Rezar el Rosario! ¿No es mejor rezar
el Oficio de la Santísima Virgen o los siete salmos? ¿Hay nada
tan hermoso como esos salmos, dictados por el Espíritu Santo?
¿Os habéis habituado a rezar el Rosario todos los días?
¡Humo de paja que poco durará! ¿No sería mejor
echarse encima menos carga y ser más constante? Vaya, querido amigo,
creedme, haced bien vuestra oración por la mañana y por la noche,
trabajad por Dios durante el día, Dios no os pide más; si no
tuvieseis, como tenéis, que ganaros la vida, pudiera pasar que
os distrajeseis en rezar el Rosario; podéis rezarlo los domingos y fiestas
a vuestra elección, pero no en los días laborables;
tenéis que trabajar.
¡A qué
un Rosario tan grande como el de las mujeres! Yo los he visto de una decena,
que vale tanto como el de quince decenas. ¡Qué! ¡Llevar
el Rosario en la cintura!, ¡qué gazmoñería!; os
aconsejo ponerlo al cuello como hacen los españoles. Ésos son
grandes rezadores de Rosarios; llevan uno grande en una mano y en la otra
un puñal para dar un golpe traidor. Dejad, dejad esas devociones exteriores,
la verdadera devoción está en el corazón, etc.
149)
Muchas personas hábiles y grandes doctores, pero espíritus fuertes
y orgullosos, no os aconsejarán quizá el Santo Rosario;
os llevarán más bien a rezar los siete salmos penitenciales
o algunas otras oraciones. Si algún confesor os puso de penitencia
rezar un Rosario durante quince días o un mes, os basta confesaros
con uno de esos señores para que os cambie la penitencia en otras oraciones,
ayunos, misas o limosnas.
Aun si
consultáis sobre lo mismo a algunas personas de oración de ésas
que hay en el mundo, como no conocen por experiencia la excelencia del Rosario,
no solamente no lo aconsejarán a nadie, sino que disuadirán de ello
a los demás, para aplicarlos a la contemplación como si el Rosario
y la contemplación fuesen incompatibles y como si tantos santos que
fueron devotos del Rosario no hubieran llegado a la más sublime
contemplación.
Vuestros enemigos
domésticos os atacarán tanto más cruelmente cuanto más
unidos estéis con ellos. Quiero decir: las potencias de vuestra alma
y los sentidos de vuestro cuerpo, las distracciones del espíritu,
el tedio de la voluntad, las sequedades del corazón, los decaimientos
y enfermedades del cuerpo, todo esto, de concierto con los espíritus malignos
que se mezclan con ellos, os gritarán: Deja tu Rosario, es él quien
te da dolor de cabeza; deja tu Rosario, que no hay obligación ninguna
de rezarlo, bajo pena de pecado; al menos reza sólo una parte, tus penas
son una señal de que Dios no quiere que lo reces, ya lo rezarás
mañana que estarás mejor dispuesto, etc.
150)
En fin, amado hermano, el Rosario cotidiano tiene tantos enemigos, que considero
como uno de los más insignes favores de Dios la gracia de perseverar en
su devoción hasta la muerte.
Persevera y tendrás
la corona admirable preparada en el cielo a tu fidelidad: "Esto fidelis
usque ad mortem et dabo tibi coronam" (31).
49a
Rosa
151) A fin de que,
al rezar el Rosario, ganéis las indulgencias concedidas a los cofrades
del Santo Rosario, es conveniente hacer algunas observaciones sobre las indulgencias.
La indulgencia, en general,
es una remisión o moderación de las penas temporales debidas por los pecados
actuales, por la aplicación de las satisfacciones sobreabundantes de Jesucristo,
de la Santísima Virgen y de todos los santos, que están encerradas
en los tesoros de la Iglesia.
La indulgencia
plenaria es una remisión de todas las penas debidas por el pecado; la no
plenaria, como de cien, mil años, más o menos, es la remisión
de tantas penas como hubiéramos podido expiar durante cien o mil años
si hubiéramos hecho durante ese tiempo, proporcionalmente, las penitencias enumeradas
en los antiguos cánones de la Iglesia. Ahora bien, estos cánones ordenaban,
para un solo pecado mortal, siete y algunas veces diez y hasta quince años
de penitencia, de suerte que una persona que hubiera cometido veinte pecados mortales
debía hacer, por lo menos, siete veces veinte años de penitencia, y
así sucesivamente.
152) Para que los
cofrades del Rosario ganen las indulgencias, es preciso: 1) Que estén verdaderamente
arrepentidos y que hayan confesado y comulgado, como dicen las bulas de las indulgencias.
2) Que no tengan afecto alguno al pecado venial, porque subsistiendo el afecto al pecado
subsiste la culpa, y subsistiendo la culpa no se perdona la pena. 3) Es preciso que hagan
las oraciones y buenas obras que señalan las bulas. Cuando, según la intención
de los Papas, se puede ganar una indulgencia parcial, por ejemplo, de cien años,
sin ganar la plenaria, no siempre es necesario -para ganar la parcial- haber confesado
y comulgado. Es lo que sucede con las indulgencias otorgadas al rezo del Santo Rosario,
a las procesiones, a los Rosarios benditos, etc. No despreciéis estas indulgencias.
153)
Flammin y un gran número de autores refieren que una distinguida señorita
llamada Alejandra, milagrosamente convertida, e inscrita en la
Cofradía
del Rosario por Santo Domingo, se le apareció después de muerta y
le dijo que estaba condenada a setecientos años de purgatorio
por varios pecados que había cometido y hecho cometer a varios con
sus vanidades mundanas, y le rogó que la aliviase e hiciese que la aliviasen
con sus oraciones los cofrades del Rosario; así lo hizo el Santo.
Quince días después se reapareció a Santo Domingo
más brillante que un sol, pues en tan corto tiempo había sido
libertada por las oraciones que los cofrades del Rosario hicieron por ella.
Advirtió también al Santo que venía de parte de las almas
del purgatorio para exhortarle a continuar predicando el Rosario y hacer de modo
que sus parientes las hicieran partícipes de sus Rosarios, por lo cual
ellas les recompensarían abundantemente cuando llegaran a la gloria.
50a
Rosa
154)
A fin de facilitar el ejercicio del Santo Rosario, he aquí varios
métodos para rezarlo santamente, con la meditación de los misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos de Jesús y María. Os detendréis
en el que más os agrade, y aun podéis vosotros mismos formar
particularmente otro, como han hecho muchos santos personajes.
Métodos devotos de recitar el Santo Rosario y
atraer la gracia de los misterios de la vida, pasión y
gloria de Jesús y María.
Primer
Método
Veni,
Sancte Spiritus, etc.
Ofrecimiento
del Rosario.
155)
Yo me uno
a los santos del cielo y a los justos de la tierra, oh
Jesús mío, para alabar
dignamente a vuestra Santísima Madre y a Vos en Ella y por Ella. Y renuncio
a cuantas distracciones sufra durante este Rosario.
Os ofrecemos,
Señora, el Credo para honrar vuestra fe mientras vivisteis en la tierra y
pediros que nos hagáis partícipes de esa misma fe.
Os
ofrecemos el padrenuestro, Señor, para adoraros en
vuestra unidad y reconoceros como principio y fin de
todas las cosas.
Os ofrecemos, Trinidad Santísima,
tres avemarías, para agradeceros todas las mercedes que habéis hecho a María y las
que nos habéis hecho a nosotros por su mediación.
Un
padrenuestro, tres avemarías, gloria.
Ofrecimiento
particular de las decenas.
Misterios
Gozosos.
156)
Primera
Decena. Os ofrecemos esta primera decena, Señor nuestro Jesucristo, en honor de
vuestra Encarnación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión
de vuestra santa Madre, una profunda humildad de corazón.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la Encarnación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente humilde.
Segunda
Decena.
Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta segunda decena en honor de la
Visitación de vuestra santísima Madre a su prima Santa Isabel.
Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de María, una
perfecta caridad con nuestro prójimo.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la Visitación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente caritativa.
Tercera
Decena. Os
ofrecemos esta tercera decena, oh Jesús niño, en honor de vuestro
santo nacimiento. Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra
santa Madre, el desasimiento de los bienes de la tierra y el amor a la pobreza
y a los pobres.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la Natividad, descended a mi alma y hacedla pobre de espíritu.
Cuarta
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta cuarta decena en honor de vuestra
Presentación en el templo por manos de María, y por este misterio
y por la intercesión de vuestra santa Madre, os pedimos el don de
sabiduría y la pureza de corazón y de cuerpo.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la Purificación, descended a mi alma y hacedla verdaderamente sabia y
pura.
Quinta
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta quinta decena en honor de haberos
recobrado María en medio de los doctores cuando os había perdido.
Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de Ella,
nuestra conversión y la de los herejes, cismáticos e idólatras.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de Jesús hallado en el templo, descended a mi alma y convertidla.
Misterios
Dolorosos.
157)
Sexta
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta sexta decena en honor de vuestra Agonía
mortal en el Huerto de los Olivos. Y os pedimos, por este misterio y por la
intercesión de vuestra santa Madre, una perfecta contrición
de nuestros pecados y entera conformidad a vuestra santa voluntad.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Agonía de
Jesús, descended a mi alma y hacedla verdaderamente contrita y conforme
con la voluntad de Dios.
Séptima
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta séptima decena en honor de vuestra
santa Flagelación. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión
de vuestra santísima Madre, perfecta mortificación de nuestros sentidos.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la
Flagelación de Jesús, descended a mi alma y hacedla
verdaderamente mortificada.
Octava
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta octava decena en honor de vuestra dolorosa
Coronación de espinas. Y os pedimos, por este misterio y por la
intercesión de vuestra santa Madre, un gran desprecio del mundo.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la Coronación de espinas de Jesús, descended a mi alma y
hacedla verdaderamente opuesta al mundo.
Novena
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta novena decena en honor de vuestra Cruz
a cuestas. Y os pedimos, por este misterio y por la intercesión de vuestra
santísima Madre, paciencia para llevar la cruz detrás de Vos todos
los días de nuestra vida.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de
la Cruz a cuestas, descended a mi alma y hacedla verdaderamente paciente.
Décima
Decina. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta décima decena, en honor de
vuestra Crucifixión en el Calvario. Y os pedimos, por este misterio
y por la intercesión de vuestra santísima Madre, gran horror
al pecado, amor a la Cruz y buena muerte para nosotros y para cuantos
están ahora en la agonía.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio
de la pasión y muerte de Jesucristo, descended a mi alma y hacedla
verdaderamente santa.
Misterios
Gloriosos.
158)
Undécima
Decena.
Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta undécima decena
en honor de vuestra triunfante Resurrección. Y os pedimos, por este
misterio y por intercesión de vuestra santísima Madre, una fe viva.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la
Resurrección, descended a mi alma y hacedla verdaderamente fiel.
Duodécima
Decena. Os ofrecemos,
Señor nuestro Jesucristo, esta duodécima decena en honor
de vuestra gloriosa Ascensión. Y os pedimos, por este misterio
y por la intercesión de vuestra santísima Madre,
una firme esperanza y un gran deseo del cielo.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias del misterio de
la Ascensión de Jesucristo, descended a mi alma y hacedla verdaderamente
celeste.
Decimotercera
Decena. Os ofrecemos,
Espíritu Santo, esta decimotercera decena, en honor del misterio de Pentecostés.
Y os pedimos, por este misterio y por intercesión de María, vuestra fiel
esposa, la divina sabiduría para conocer, gustar y practicar la verdad
y hacer partícipe de ella a todo el género humano.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de Pentecostés,
descended a mi alma y hacedla verdaderamente sabia según Dios.
Decimocuarta
Decena.
Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimocuarta decena
en honor de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de vuestra
santísima Madre, en cuerpo y alma a los cielos. Y os pedimos,
por estos misterios y por su intercesión, una verdadera devoción a
Ella, para bien vivir y morir.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
Gracias de la Inmaculada
Concepción y de la Asunción de María, descended a mi alma
y hacedla verdaderamente devota de María.
Decimoquinta
Decena.
Os ofrecemos, Señor nuestro Jesucristo, esta decimoquinta y
última decena en honor de la Coronación de vuestra santísima Madre
en los cielos. Y os pedimos por este misterio y por la intercesión suya,
el progreso y la perseverancia en la virtud hasta la muerte y la corona
eterna que nos está preparada. Os pedimos la misma gracia para todos nuestros
bienhechores.
Un
padrenuestro, diez avemarías, gloria.
159)
Os pedimos, oh buen Jesús,
por los quince misterios de vuestra vida, pasión, muerte y gloria
y los méritos de vuestra santísima Madre, que
convirtáis
a los pecadores, auxiliéis a los agonizantes, libertéis
a las almas del purgatorio y nos deis a todos vuestra gracia para bien vivir
y morir y vuestra gloria para veros cara a cara y amaros durante la eternidad.
Amén.
Segundo
y más breve método
para
celebrar la vida, muerte y gloria
de Jesús y María rezando el Santo Rosario
y para disminuir las distracciones
de la imaginación.
160)
A cada avemaría de cada diez,
hay que añadir una palabrita que nos traiga a la memoria el misterio
que se celebra en la decena; añadir esta palabra a la mitad
del avemaría, después del nombre de "Jesús".
1a
Decena |
|
Y
bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús encarnado.
|
2a
Decena |
|
Jesús santificador.
|
3a
Decena |
|
Jesús pobre niño.
|
4a
Decena |
|
Jesús sacrificado.
|
5a
Decena |
|
Jesús santo de los santos.
|
6a
Decena |
|
Jesús agonizante.
|
7a
Decena |
|
Jesús azotado.
|
8a
Decena |
|
Jesús coronado de espinas.
|
9a
Decena |
|
Jesús cargado con la cruz.
|
10a
Decena |
|
Jesús crucificado.
|
11a
Decena |
|
Jesús resucitado.
|
12a
Decena |
|
Jesús que sube a los cielos.
|
13a
Decena |
|
Jesús que te llena del Espíritu
Santo.
|
14a
Decena |
|
Jesús que te resucita.
|
15a
Decena |
|
Jesús que te corona.
|
Al fin de la primera corona,
se dice: Gracias de los misterios gozosos, descended a nuestras almas
y volvedlas verdaderamente santas.
Al fin de la
segunda: Gracias de los misterios dolorosos, descended a nuestras almas
y hacedlas verdaderamente pacientes.
Al fin de la
tercera: Gracias de los misterios gloriosos, descended a nuestras almas
y hacedlas eternamente bienaventuradas.
(1)
Si 15,9.
(2)
Mc 7,6.
(3)
Jer 48,10.
(4)
Lc 16,10.
(5)
7a
Rosa.
(6)
Mt 18,20.
(7)
Lc 18,1.
(8)
Jn 13,15.
(9)
Lc 6,12.
(10)
Mt 26,41.
(11)
Mt 19,8.
(12)
1 Re 10,8; Sal 84,5.
(13)
Mc 11,24.
(14)
Mt 8,13.
(15)
Sant 1,5-6.
(16)
Lc 18,13.
(17)
Pange lingua.
(18)
Lc 22,43.
(19)
Is 55,1.
(20)
Jer 2,13.
(21)
Jn 16,24; Mt 7,7.
(22)
Job 13,15.
(23)
Sab 7,14.
(24)
1 Re 19,7.
(25)
Ap 3,11.
(26)
Gál 5,7.
(27)
Gál 5,7.
(28)
Mt 11,12.
(29)
Si 2,1.
(30)
He 17,18; Sab 2,12.
(31)
Ap 2,10.
|