Consagración
Consagración
de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría encarnada,
por medio de María
(El
Amor de la Sabiduría Eterna, 223-227)
¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de
María, siempre Virgen! Os adoro
profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro
Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el
tiempo de vuestra Encarnación.
Os doy las gracias porque os habéis anonadado tomando la forma de un esclavo para
sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Os
alabo y glorifico porque os habéis sometido a
María, vuestra Santa Madre, en todo, a fin de
hacerme por Ella vuestro fiel esclavo. Pero
¡ay!
ingrato e infiel como soy, no he cumplido las
promesas que tan solemnemente os hice en el
Bautismo; no he guardado mis deberes, no he
merecido ser llamado vuestro hijo ni vuestro
esclavo, y como nada hay en mí que no merezca
vuestra repulsa y vuestra cólera, no me atrevo a
aproximarme por mí mismo a vuestra Santísima y Augusta Majestad. Por esto he recurrido
a la intercesión de vuestra Santísima Madre,
que Vos me habéis dado como medianera para
con Vos, y por este medio espero obtener de Vos
la contricción y el perdón de mis pecados, la
adquisición y la conservación de la Sabiduría.
Os saludo, pues, ioh María Inmaculada!
tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la
Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada
por los ángeles y los hombres. Os saludo, ioh
Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está todo sometido, todo lo que está debajo
de Dios. Os saludo,
¡oh refugio seguro de los
pecadores! cuya misericordia no falta a nadie;
escuchad los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibid para ello los votos y las ofertas
que mi bajeza os presenta:
Yo, N..., pecador infiel, renuevo y ratifico en
vuestras manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas
y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi
cruz tras El todos los días de mi vida. Y a fin
de que le sea más fiel de lo que he sido hasta
ahora, os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia
de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora. Os entrego y consagro en calidad de esclavo mi cuerpo y mi alma, mis bienes
interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas
acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándoos un entero y pleno derecho de disponer de
mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción,
a vuestro agrado, a la mayor gloria de Dios, en
el tiempo y en la eternidad.
Recibid, ¡oh Virgen benignísima!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud en honor y unión de
la sumisión que la Sabiduría encarnada quiso
observar para con vuestra Maternidad; en homenaje del poder que ambos tenéis sobre este
pequeño gusano y miserable pecador; y en acción
de gracias por los privilegios con que os dotó la Santísima Trinidad.
Protesto que para en adelante quiero, como
verdadero esclavo vuestro, procurar vuestra
honra y obedeceros en todo.
¡Oh Madre admirable!, presentadme a vuestro
querido Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin
de que como me rescató por Vos, me reciba de
vuestras manos. ¡Oh Madre de misericordia!,
hacedme la gracia de alcanzarme la verdadera
sabiduría de Dios y de colocarme a este efecto
en el número de los que amáis, enseñáis, guiáis, alimentáis y protegéis como hijos y esclavos
vuestros. ¡Oh Virgen
fiel!, hacedme en todo tan
perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que
por vuestra intercesión y a ejemplo vuestro, llegue, a imitación vuestra, a la plenitud de la
perfección sobre la tierra y de la gloria en los
cielos. Así sea.
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