Introducción
Dice san
Agustín que para obtener con seguridad y en
abundancia los favores de los santos es necesario imitarlos
para que viendo que practicamos las virtudes que ellos
ejercitaron se sientan más movidos a interceder por nosotros. La reina de los santos y nuestra primera abogada
María, en cuanto arranca a un alma de las garras de Lucifer
y la une a Dios, quiere que se ponga a imitarla; de lo
contrario no podrá enriquecerla de gracia como quisiera viéndola tan en contra de sus costumbres. Por eso
María
llama bienaventurados a los que imitan su vida con esmero: "Ahora, hijos, oídme: dichosos los que guardan mis
caminos" (Pr 8,32). El que ama, o es semejante o trata de
parecerse a la persona amada, conforme al célebre dicho: el
amor, o los encuentra o los hace iguales. Por eso exhorta
san Jerónimo a que si amamos a María tratemos de imitarla
porque éste es el mayor obsequio que podemos ofrecerle.
Dice Ricardo de San Lorenzo que pueden llamarse y son
verdaderos hijos de María los que tratan de vivir como ella vivió: Son hijos de
María sus imitadores. Procure, pues, el
hijo, concluye san Bernardo, imitar a la Madre si desea sus
favores, porque al verse honrada como madre lo tratará
como verdadero hijo.
Al hablar de las virtudes de esta Madre, aunque pudiera
parecer que son pocas las cosas que de ella en particular,
nos refieren los santos Evangelios, sin embargo, con decir
que es la llena de gracia es claro que ella poseyó todas las
virtudes, y todas en grado heroico. De tal manera, dice
santo Tomás, que en aquella virtud en que ha sido extraordinario cualquier santo en particular, la bienaventurada
Virgen ha sido excelente, y en todas se nos presenta como ejemplar. De modo parecido dice san
Ambrosio: Fue María
de tal condición que su sola vida es modelo para la de
todos. Por lo que después escribió: "Sea para vosotros la
virginidad de María y su vida, como si se representara en
un espejo en el que brilla todo modelo de toda virtud. Tomad de aquí ejemplos de vida..., lo que debáis corregir,
aquello de lo que debáis huir, lo que tenéis que hacer".
Y porque,
como nos enseñan los santos Padres, la humildad es el
fundamento de todas las virtudes, por eso veremos en primer lugar lo grande que fue la humildad de
la Madre de Dios.
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