El Santo Rosario
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Castidad de María

Después de la caída de Adán, habiéndose rebelado los sentidos contra la razón, la virtud de la castidad es para los hombres muy difícil de practicar. Entre todas las luchas, dice san Agustín, las más duras son las batallas de la castidad, en la que la lucha es diaria y rara la victoria. Pero sea siempre alabado el Señor que nos ha dado en María un excelente ejemplar de esta virtud. Con razón, dice san Alberto Magno, se llama virgen a la Virgen, porque ella, ofreciendo su virginidad a Dios, la primera, sin consejo ni ejemplo de nadie, se lo ha dado a todas las vírgenes que la han imitado. Como predijo David: "Toda espléndida la hija del rey, va dentro con vestidos de oro recamados...; vírgenes con ella, compañeras suyas, donde él son introducidas" (Sal 44,14-15). Sin consejo de otros y sin ejemplo que imitar. Dice san Bernardo: Oh Virgen, ¿quién te enseñó a agradar a Dios y a llevar en la tierra vida de ángeles? Para esto, dice Sofronio, se eligió Dios por madre a esta purísima virgen, para que fuera ejemplo de castidad para todos. Por eso la llama san Ambrosio la portaestandarte de la virginidad.

Por razón de esta pureza fue también llamada la santísima Virgen, por el Espíritu Santo, bella como la paloma: "Hermosas son tus mejillas como de paloma" (Ct 1,9). Paloma purísima María. Por eso se dijo también de ella: "Como lirio entre espinas, así es mi amada entre las mozas" (Ct 2,2). Advierte Dionisio Cartujano que ella fue llamada lirio entre espinas porque las demás vírgenes fueron espinas o para sí o para los demás, pero la Virgen no lo fue ni para sí ni para nadie, porque con sólo verla infundía en todos, pensamientos y sentimientos de pureza. La hermosura de la Virgen, dice santo Tomás, animaba a la castidad a quienes la contemplaban. San José, afirma san Jerónimo, se mantuvo virgen por ser el esposo de María. Contra el hereje Elvidio que negaba la virginidad de María, escribió el santo: Tú afirmas que María no permaneció virgen, y yo, por el contrario, te digo que san José fue virgen gracias a María. La Virgen le preguntó al ángel: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? (Lc 1,34). E ilustrada por el ángel, respondió: "Hágase en mí según tu palabra", significando que daba su consentimiento al ángel, que le había asegurado que debía ser madre sólo por obra del Espíritu Santo.

Dice san Ambrosio: El que guarda la castidad es un ángel, el que la pierde es un demonio. Los que son castos se hacen ángeles. Ya lo dijo el Señor: "Serán como ángeles de Dios" (Mt 22,30). Pero los deshonestos se hacen odiosos a Dios como los demonios. Decía san Remigio que la mayor parte de los adultos se pierden por impuros.

Es rara la victoria sobre este vicio, como ya vimos al principio, según dijo san Agustín; pero "por qué es rara esa victoria? Porque no se ponen los medios para vencer. Tres son esos medios, como dicen los maestros espirituales con san Bernardino: el ayuno, la fuga de las ocasiones y la oración. Por ayuno se entiende la mortificación, sobre todo de los ojos y de la gula. María Santísima, aunque llena de gracias, tenía que ser mortificada en las miradas sin fijar los ojos en nadie, de modo que era la admiración de todos desde su tierna infancia. Toda su vida fue mortificada en el comer. Afirma san Buenaventura que no hubiera acumulado tanta gracia si no hubiera sido morigerada en los alimentos, pues no se compaginan la gracia y la gula. En suma, María fue mortificada en todo.

El segundo medio es la fuga de las ocasiones. El que evita los lazos andará seguro. Decía por esto san Felipe Neri: En la guerra de los sentidos vencen los cobardes, es decir, los que huyen de la ocasión. María rehuía cuanto era posible ser vista por los hombres. Eso parece deducirse también de lo que dice san Lucas: "Marchó aprisa a la montaña".

El tercer medio es la oración: "Pero comprendiendo que no podía poseer la sabiduría si Dios no me la daba..., recurrí al Señor. Y le pedí" (Sb 8,21). Reveló la santísima Virgen a santa Isabel, benedictina, que no tuvo ninguna virtud sin esfuerzo y oración. Dice san Juan Damasceno que María es pura y amante de la pureza. Por eso no puede soportar a los impuros. El que a ella recurre, ciertamente se verá libre de este vicio con sólo nombrarla lleno de confianza. Decía san Juan de Avila que muchos tentados contra la castidad, con sólo recordar con amor a María Inmaculada, han vencido.

María, Virgen pura, ¡cuántos se habrán perdido por este vicio! Señora, líbranos. Haz que en las tentaciones siempre recurramos a ti diciendo: María, María, ayúdanos. Amén.