El Santo Rosario
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Via Crucis Meditado

San Alfonso María de Ligorio

Primera Estación. Jesús es condenado a muerte.

Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinas, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado. - Adorado Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso camino, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad.

Segunda Estación. Jesús carga con la Cruz.

Considera cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, pensaba en ti y ofrecía a su Padre por ti la muerte que iba a padecer. - Amabilísimo Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tenéis destinadas hasta la muerte. Os ruego, por los méritos de la pena que sufristeis llevando vuestra cruz, me ayudéis a llevar la mía con perfecta paciencia y resignación.

Tercera Estación. Jesús cae por primera vez.

Considera esta primera caída de Jesús debajo de la cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes, su cabeza coronada de espinas, y había derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces cayó en este camino. - Amado Jesús mío: más que el peso de la cruz, son mis pecados los que os hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, libradme de caer en pecado mortal.

Cuarta Estación. Jesús encuentra a su Madre.

Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y María, y sus miradas fueron otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones. - Amantísimo Jesús mío: por la pena que experimentasteis en este encuentro, concededme la gracia de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. Y Vos, mi afligida Reina, alcanzadme con vuestra intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo.

Quinta Estación. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz.

Considera cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de cruz, obligaron a Simón de Cirene a llevar la cruz detrás de Jesús. - Dulcísimo Jesús mío: no quiero rehusar la cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengáis destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la vuestra, y os la ofrezco. Vos habéis muerto por mi amor, yo quiero morir por el vuestro y por daros gusto. Ayudadme con vuestra gracia.

Sexta Estación. La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

Considera cómo la santa mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudor y sangre, le ofreció un lienzo, y limpiándose con él nuestro Señor, quedó impreso en éste su santa imagen. - Amado Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro era hermoso, mas en este camino ha perdido su hermosura por las heridas y la sangre que lo han desfigurado. ¡Ah Señor mío!, también mi alma fue hermosa cuando recibió tu gracia en el Bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Vos sólo, ¡oh Redentor mío!, podéis restituirle su belleza pasada: hacedlo por vuestra Pasión.

Séptima Estación. Jesús cae por segunda vez.

Considera la segunda caída de Jesús debajo de la cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor. - Oh pacientísimo Jesús mio. Vos tantas veces me habéis perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderos. Ayudadme, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte; haced que en todas las tentaciones que me asalten, siempre me encomiende a Vos.

Octava Estación. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.

Considera cómo algunas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimoso estado, que derramaba sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vuestros hijos. - Afligido Jesús mío: lloro las ofensas que os he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, que tanto me habéis amado. No es tanto el infierno, como vuestro amor, el que me hace llorar mis pecados.

Novena Estación. Jesús cae por tercera vez.

Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse. - Atormentado Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer en vuestro camino al Calvario, dadme la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis malos apetitos, que me han hecho despreciar vuestra amistad.

Décima Estación. Jesús es despojado de sus vestiduras.

Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaron también con ella la piel de su sagrado cuerpo. - Compadece a tu Señor y dile: Inocente Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufristeis, ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para que pueda yo poner todo mi amor en Vos, que tan digno sois de ser amado.

Undécima Estación. Jesús es clavado en la Cruz.

Considera cómo Jesús, tendido sobre la cruz, alarga sus manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación. Le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame. - Oh despreciado Jesús mío. Clavad mi corazón a vuestros pies para que quede siempre ahí amándoos y no os deje más.

Duodécima Estación. Jesús muere en la Cruz.

Considera cómo Jesús, después de tres horas de agonía, consumido de dolores, inclina la cabeza y expira en la cruz. - Oh difunto Jesús mío. Beso enternecido esa cruz en que por mí habéis muerto. Yo, por mis pecados, he merecido una mala muerte, mas la vuestra es mi esperanza. Por los méritos de vuestra muerte, concededme la gracia de morir abrazado a vuestros pies y abrasado por vuestro amor. En vuestras manos encomiendo mi alma.

Decimotercera Estación. Jesús es bajado de la Cruz.

Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la cruz dos de sus discípulos, José y Nicodemo, y le depositaron en los brazos de su afligida Madre, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho. - Oh Madre afligida. Por el amor de este Hijo, aceptadme por vuestro siervo y rogadle por mí. Y Vos, Redentor mío, Vos que habéis muerto por mí, dejadme que os ame, pues Vos sois lo único que quiero.

Decimocuarta Estación. Jesús es colocado en el sepulcro.

Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar a Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron. - Oh Jesús mío sepultado. Beso esa losa que os encierra. Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os suplico me hagáis resucitar glorioso en el último día, para estar eternamente con Vos en la gloria, amándoos y alabándoos.